Planificar un viaje turístico al Reino Unido en pleno mes de diciembre puede que no sea una gran idea, debido fundamentalmente a las pocas horas de luz con las que se cuenta.
Sin embargo, tuvimos tiempo de visitar las ciudades de Bristol y Cardiff, la monumental Bath, o las impresionantes ruinas de Stonehenge.
Jueves 3 de Diciembre
Llegamos a Bristol poco después de las 2 de la tarde, y nada mas bajarnos del avión, nos dispusimos a alquilar un coche. Solventamos el trámite en poco tiempo y pusimos rumbo directamente a Bath.
Nada mas salir del aeropuerto, dejamos a un lado la ciudad de Bristol, que nos regaló una hermosa vista con su gran puente de fondo.
En apenas media hora llegamos a Bath, aparcamos el coche (no sin problemas), y nos alojamos en el Hostal, donde permanecimos el tiempo justo para dejar nuestras maletas.
Una vez en la calle, buscamos un lugar donde comer, y por el camino nos topamos con la Abadía de Bath, un bello edificio religioso presidido en su punto mas alto por la bandera inglesa.
Nos detuvimos en una cafetería para comer algo, aunque personalmente disfruté mas contemplando el paso de la gente por la bulliciosa calle principal, que con la comida en si.
Se trataba de una calle muy concurrida, por la que decenas y decenas de personas desfilaban sin apenas detenerse ante un par de puestos ambulantes adornados con motivos navideños que se encontraban en mitad de la vía.
Abandonamos la cafetería en busca de los famosos Baños Romanos de Bath, donde pretendíamos entrar, pero tras dar un par de vueltas por las tres o cuatro principales calles, decidimos preguntar a un hombre que estaba detenido a las puertas de un edificio. Pienso que debía tratarse de un vigilante puesto que portaba una radio. Al preguntar mi primo por las Baños Romanos y el Spa, el hombre no pareció muy seguro de si se trataba del mismo lugar o eran lugares diferentes, así que sin dudarlo un instante llamó con su radio a alguien que le sacó de dudas. Efectivamente los Baños Romanos eran una cosa y el Roman Spa era otra. Aunque esto ultimo es lo que estábamos buscando, decidimos visitar en primer lugar los Baños Romanos.
Se trata de un edificio muy antiguo en el que una vez dentro del mismo, nos topamos con un hombre parecía estar esperando a los visitantes para darles la bienvenida, a parte por supuesto de para despejarles cualquier tipo de duda. Y nosotros teníamos varias.
Me llamó la atención la forma tan extremadamente cortés y educada con la que se dirigió a nosotros, no sabría explicarlo, pero su acento sonaba a la vez tan agradable como placentero para los oídos.
Debimos girar a la izquierda para acceder al lugar donde adquirir los tickets, atravesando una sala muy elegante donde había mucha gente cenando.
Una vez frente al mostrador en el que debíamos adquirir nuestras entradas, preguntamos sobre el horario y el precio, prueba inequívoca de las dudas que nos estaban surgiendo acerca de visitar el interior del lugar o no.
Finalmente optamos por dirigirnos directamente al Roman Spa y tomar nuestro apetecible baño, ya que el tiempo se nos estaba echando encima y podrían cerrar en breve. El cansancio del viaje hizo el resto, así que en menos de cinco minutos llegamos al lugar.
Mientras esperábamos a que nos proporcionaran nuestras ropas, y debido a la demora que estábamos padeciendo, la chica que nos atendía decidió iniciar una breve conversación para hacernos algo mas amena nuestra espera.
Tras interesarse por nuestra procedencia y la duración de nuestras mini vacaciones, por fin nos dio nuestros batines. Las toallas las aportábamos nosotros.
Nos cambiamos en el vestuario aunque encontramos un pequeño contratiempo que nos hizo perder unos minutos, ya que no lográbamos cerrar nuestra taquilla. Recibimos la ayuda de un par de mujeres pero finalmente logramos solventar el problema con un poco de suerte.
El tiempo apremiaba, pues a pesar de que íbamos a permanecer allí por espacio de dos horas, ya habíamos consumido un rato, y nuestro deseo de sumergirnos en las diferentes piscinas iba en aumento.
Subimos en ascensor directamente a la ultima planta. Allí había una puerta desde la que se observaba una postal de lo mas sorprendente: aproximadamente una treintena de personas se bañaban en una piscina situada en la azotea del edificio, al aire libre. Las aguas estaban muy calientes por lo que producían un vapor que nublaba la imagen dándole un aspecto aun mas cautivador.
Calculo que la temperatura en el exterior sería bastante inferior a los 10 grados, pero una vez que nos introdujimos en la piscina sentí una sensación de lo mas relajada y placentera. Paradojas de la vida, este era mi primer baño del año, en el último mes del mismo y en Inglaterra.
Los usuarios de las instalaciones eran de un perfil muy variado: desde las típicas parejas hasta grupo de amigos adolescentes pasando por señoras de edad mas avanzada. Eso si, apenas había niños pequeños, y los pocos que había eran muy tranquilos y poco ruidosos.
Antes de subir, fuimos advertidos de que no estaba permitido tomar fotografías dentro de las instalaciones, algo por otra parte lógico si interpretamos esta decisión como algo para preservar la intimidad de las personas. Aun así, mi primo estaba decidido a transgredir las normas y no cejó en su empeño hasta conseguir que nos fotografiaran juntos dentro de la piscina exterior. Tan pronto como el vigilante se percató de ello, fuimos advertidos de que no era posible acceder con cámaras al recinto, pero ya era demasiado tarde, las fotografías ya estaban hechas.
Abandonamos la piscina al aire libre y bajamos a la segunda planta, donde descubrimos una sauna y varias duchas que expulsaban el agua a presión para contactar con nuestro cuerpo a modo de masajes. El ambiente estaba impregnado de un intenso olor a menta capaz de limpiar los pulmones hasta al mayor fumador.
Por ultimo, acabamos en la primera planta, donde había una piscina que al igual que las anteriores, producía numerosas burbujas cada cierto tiempo.
Tras algo mas de dos horas, regresamos al Hostal para cambiarnos, retomar fuerzas y hacer la ultima salida. Estábamos en Inglaterra, así que no había mejor lugar para acabar el día que un pub. Entramos en uno que estaba muy tranquilo, quizás debido a lo temprano de nuestra visita. En la barra se postraban tres o cuatro personas, mientras que una vez que tomamos asiento, dejamos a nuestra izquierda a dos hombre y una mujer que conversaban muy tranquilamente. El pub tenia su techo adornado con las banderas de Inglaterra, Gales, Escocia e Irlanda, algo que me pareció muy curioso. La cerveza estaba prácticamente consumida y con ella también nuestra primera jornada en tierras inglesas.
Viernes 4 de Diciembre
STONEHEANGE
Nos levantamos temprano, y tras un rápido desayuno visitamos el famoso Circus de Bath. Se trata de un conjunto de casas georgianas que circundan una plaza con un pequeño parque. La arquitectura georgiana es símbolo inequívoco de la ciudad de Bath, y aunque el Circus es su ejemplo mas representativo, en realidad, las casas se encuentran diseminadas por todo el casco urbano.
De hecho, lo pudimos comprobar personalmente ya que tuvimos problemas para poder abandonar la ciudad, por lo que el incómodo callejeo nos recompensó con bellos detalles arquitectónicos.
Cuando por fin conseguimos salir de Bath, pusimos rumbo a Stonehenge, un monumento megalítico con el que no esperábamos topar, pero que al descubrir lo relativamente cerca que estaba, decidimos visitarlo a pesar de encontrarse en dirección contraria a Cardiff, nuestro destino final del día.
Tomamos la carretera A36 en dirección Warminster. Nada mas salir de Bath, descubrimos la Inglaterra mas rural: verdes campos con colinas de escasa altitud se mezclaban con ovejas y caballos pastando plácidamente.
La carretera, estrecha y muy concurrida, nos hizo atravesar Warminster, un pueblo de 17.000 habitantes a medio camino de Stoneheange. La zona es famosa por los numerosos avistamientos de OVNIS que allí se han producido y aunque no lo visitamos, justo en frente de Stoneheange se encuentra Cradle Hill, un cerro mundialmente famoso por los enigmáticos círculos formados en él y que es objeto de innumerables teorías sobre su extraño origen. En las cercanías del pueblo observamos un destacamento militar, lo que da una idea del fuerte vinculo de este pueblo con las fuerzas armadas.
Aproximadamente media hora después llegamos a Stonehenge un monumento megalítico de la Edad del Bronce formado por grandes bloques de piedra distribuidos en cuatro circunferencias concéntricas. La parte mas antigua del lugar esta fechada en el ano 3.100 antes de Cristo pero las causas que motivaron esta construcción y la forma en que lo llevaron a cabo sigue siendo hoy en día un misterio, pero las teorías mas aceptadas hablan de un monumento funerario, un observatorio astronómico o un templo religioso. Cerca del lugar se encontró un asentamiento de unas mil casas, que de acuerdo a las interpretaciones realizadas por los arqueólogos, eran usadas solo unos días al año, por lo que no se trataba de una aldea habitada permanentemente. Lo que esta claro es que resulta increíble comprobar in situ como semejantes bloques de piedra fueron traídos en muchos casos de lugares muy remotos.
Dejamos el coche en un aparcamiento muy grande en el que a parte de un autobús, no había demasiados vehículos. En la entrada había un grupo de adolescentes que estaban encuestando a los visitantes en lo que parecía una típica tarea para la escuela. Por un momento temí que nos abordaran pero la barrera idiomática que intuyeron en nosotros unido a la timidez propia de la edad, hicieron que descartaran tal posibilidad.
Una vez pagada la entrada, pasamos unos tornos y nos entregaron unos aparatos con opción a elegir el idioma español, donde explicaba detalladamente y paso a paso los aspectos mas significativos del lugar.
Aunque no se exactamente el motivo, lo cierto es que no me sedujo la idea de pasarme el tiempo de la visita escuchando una grabación, por lo que me decanté por observar detenidamente el paisaje.
Junto a nosotros, había un grupo de turistas que seguían la ruta indicada y de la que no se podía salir. El camino daba la vuelta al monumento, lo que permitía contemplarlo desde diferentes posiciones, pero ninguna de ellas consiguió que me decantase por cual de ellas era la mas bella. En el lugar han sido encontrados restos humanos previamente cremados fechados entre los años 3030 y 2340 antes de Cristo.
A la salida, que era el mismo lugar por donde habíamos accedido, había un puesto donde vendían dulces y comida rápida, junto con bebidas calientes, algo que aprovechamos y agradecimos. También lo hicieron los numerosos cuervos que por allí merodeaban, acostumbrados a compartir la comida con los turistas.
Todo lugar turístico que mínimamente se precie debe contar con la típica tienda de recuerdos, y Stonehenge no iba a ser menos. Nos detuvimos en ella por espacio de cinco minutos y nos llevamos algunas postales.
Una vez acabada nuestra visita, abandoné Stonehenge con la extraña sensación de que a pesar de que me había agradado, algo dentro de mi me hizo sentir que muy probablemente jamas regrese a ese lugar. Quizá me afectó ese ambiente tan sobrecogedor que transmite la zona y que a tantas historias de avistamientos de objetos voladores ha dado lugar.
Decidimos volver por el mismo camino aunque esta vez no atravesamos el pueblo de Warminster. Llegamos a Bristol e hicimos una parada de una hora en la ciudad, justo el tiempo que íbamos a pagar por estacionar.
Aproveché para entrar en un centro comercial y comprar un adaptador de corriente para poder cargar la batería de mi móvil, y al mismo tiempo nos detuvimos en un pequeño puente que ostentaba el nombre de Bristol Bridge, pero que nada tenia que ver con el famoso puente por el que es conocida la ciudad, la octava en tamaño de Inglaterra.
El mencionado puente se sitúa sobre el río Avon, y justo en una de sus extremos hay un pequeño barco que hace las veces de restaurante.
Una de las cosas que mas me llamó la atención de Bristol fue que estéticamente difiere de las grandes ciudades británicas que conozco, puesto que al contrario de la mayoría, Bristol se caracteriza por tener un mayor numero de edificios de cierta altura en su centro urbano.
Asimismo, observamos varias Iglesias de un estilo arquitectónico similar y varias indicaciones que anunciaban el Zoo de Bristol, por lo que deduzco que debe ser una de las principales atracciones de la ciudad. Aun quedaban 24 millas (39 kms) para Cardiff , por lo que pusimos rumbo a la capital de Gales antes de que se nos hiciera mas tarde.
GALES
Nada mas salir de la ciudad, tomamos la carretera M48 en dirección Newport, ya en Gales. Antes de entrar en el país vecino debimos atravesar el Severn Bridge, un espectacular puente sobre la Bahía de Bristol de aproximadamente 5 kms de longitud. Justo después de atravesar el puente nos topamos con un cartel que daba la bienvenida en galés y en inglés: “Croeso i Gymry” se podía leer junto al característico dragón, símbolo del país.
Nada mas salir de la ciudad, tomamos la carretera M48 en dirección Newport, ya en Gales. Antes de entrar en el país vecino debimos atravesar el Severn Bridge, un espectacular puente sobre la Bahía de Bristol de aproximadamente 5 kms de longitud. Justo después de atravesar el puente nos topamos con un cartel que daba la bienvenida en galés y en inglés: “Croeso i Gymry” se podía leer junto al característico dragón, símbolo del país.
La verdad es que a pesar de que paisajísticamente el cambio era mínimo, pero el hecho de que absolutamente todas las indicaciones aparecieran en los dos idiomas constituía un símbolo distintivo con todo lo que habíamos visto hasta ahora.
Tuvimos que pagar un peaje de 4,40 libras, lo que nos dejó algo confusos, puesto que a la vuelta no tuvimos que hacerlo a pesar de regresar por la misma autopista.
Llevábamos mas de 24 horas en Reino Unido y para nuestro asombro, aun no nos había llovido. Sin embargo, pronto empezó a hacerlo. Se trataba de una simple cuestión de probabilidad y ya la habíamos agotado. Eran ya las 4 de la tarde, hora punta, y se hizo de noche. La llovizna no cesaba y el trafico era increíblemente denso hasta el punto de encontrarmos varias retenciones en la entrada a Cardiff .
Gracias al par de planos callejeros que había ojeado en los días previos al viaje, teníamos una idea aproximada de la ubicación de nuestro hostal. Sin embargo, nuestra reserva inicial había sido redireccionada a otro hostal debido a que el nuestro estaba cerrado temporalmente. Este nuevo hostal estaba a escasos metros del anterior, muy próximo al estadio Millenium. Tan próximo que podría decir que se situaba justo debajo del mismo.
En la entrada del hostal había una gran barra de bar, varias mesas y algunos sofás, que podían ser utilizamos por toda la gente en general. No obstante, en cuanto pasamos la puerta que nos dirigía a las habitaciones, descubrimos otra sala mas, pero esta era solo para los huéspedes. Era muy acogedora, con muchos folletos turísticos informativos y varios juegos de mesa para pasar el tiempo. Al fondo quedaba una pequeña cocina en la que nos hicimos un café, y justo a la derecha estaban las escaleras que nos llevaban a las habitaciones. Los pasillos eran muy curiosos, pues las luces se encendían a nuestro paso, y el numero de cada habitación se iluminaba también cuando nos aproximábamos.
Nuestra habitación era la numero 20, y para nuestra sorpresa, constaba de dos camas literas, lo que nos hizo pensar que podríamos tener algún compañero de habitación, cuando inicialmente habíamos pagado por una habitación privada.
Efectivamente, cuando volvimos de dar una vuelta, una chica polaca se alojó con nosotros. No nos importó demasiado, pero como sugirió mi primo, debíamos comunicarlo a recepción el día de nuestra salida para que al menos nos reembolsaran la diferencia entre una habitación privada y una compartida.
Antes de ir a dormir, dimos un paseo por el centro de la ciudad. La calles estaban llenas de gente que salían a cenar y tomar copas. Las imágenes que contemplamos nos hicieron pensar que ya la gente estaba en esto último.
Paseamos por las principales calles comerciales de Cardiff, y comprobamos que se trata de una ciudad con mucha vida, y llena de grandes almacenes. Muchas tiendas, la mayoría de ropa, aunque también de informática, farmacias, supermercados…quizás lo que mas eché en falta fue alguna tienda de recuerdos.
Acabamos en un pub no demasiado grande, pero con un buen ambiente. Nos atendió un camarero de color, muy simpático, y todo lo que rodeaba al reciento tenia aroma galés. Pedimos una cerveza local, y nos dieron la opción de elegir entre una Brains o una 45. Nos decantamos por la primera, charlamos tranquilamente un rato, y volvimos al hostal, donde inesperadamente nos esperaba nuestra compañera de habitación.
Sábado 5 de Diciembre
Salimos del hostal y en el brevísimo trayecto que nos llevó al estadio, coincidimos con tres mujeres que caminaban a la par nuestra hablando en galés. El galés es una lengua celta, y al igual que el irlandés o el escocés, es lengua cooficial en este país. No obstante, si el irlandés y el escocés me parecen lenguas arcaicas y difíciles de entender, el galés es aun mas indescifrable puesto que suele combinar varias consonantes sin que parezca una sola vocal. Por ejemplo, si digo “
De todas formas, el galés es mas hablado en el norte del país que en el sur, aunque desde hace unos diez años este idioma se ha convertido en obligatorio en las escuelas hasta la edad de 16 años con el fin de conservar una lengua que iba camino de extinguirse. Así pues, hoy en día, muchas escuelas y universidades enseñan tanto en inglés como en galés, existe un canal de televisión en esta lengua y la totalidad de los servicios públicos aparecen anunciados en ambos idiomas. No obstante, la zona de Cardiff utiliza esta lengua mucho menos que la zona del norte por lo que el hecho de toparnos que algunas personas que lo usaban me llamó poderosamente la atención.
Nos detuvimos a las puertas del Millenium Stadium, donde apenas había gente esperando a que abriesen las puertas para iniciar la visita. Un hombre de mediana edad con su hijo, una pareja mayor, y finalmente también se unió a nuestra espera otra pareja con cinco niños pequeños a su cargo. Los niños eran étnicamente diferentes, por lo que dedujimos que no todos podían ser hermanos. Justo a la entrada de la puerta principal había una estatua de Sir Tasker Watkins, el que fuera presidente de la Unión de Rugby de Gales.
Con gran puntualidad apareció un hombre que nos instó a que le acompañásemos a la esquina y dirigirnos a la tienda del estadio, lugar comercialmente estratégico para continuar nuestra espera. Mientras tanto, echamos un vistazo a la tienda, absolutamente llena de artículos relacionados con el rugby, el deporte rey en Gales. Acto seguimos nos invitaron a pasar a una sala donde visionamos un video de unos cinco minutos de duración que presentaba el estadio como un lugar que acogía acontecimientos mas allá de los grandes partidos de rugby. Aquí también tienen lugar grandes conciertos de música de artistas de prestigio internacional como Madonna o U2, los partidos de fútbol de la selección nacional de Gales y hasta llegó a acoger un combate de boxeo de trascendencia mundial.
Asimismo, en este estadio se celebraron las finales de Copa de fútbol de Inglaterra mientras el estadio de Wembley estaba en obras. Tiene una capacidad de 74.500 espectadores, su construcción costó 121 millones de libras y se trata de un estadio modernísimo, con un enorme techo que en ocasiones se cierra y deja al estadio totalmente cubierto. La habitación estaba adornada con fotografías de personajes importantes que habían visitado el lugar: algunos futbolistas como Ronaldinho, jugadores de Rugby, o artistas como Bono o Bruce Springsteen.
Nuestra guía era una chica joven que nos comentó varias anécdotas relacionadas con el estadio, como cuando el día de su inauguración, instantes antes de que llegase la Reina de Inglaterra a ocupar su asiento, comenzó a llover torrencialmente y no lograron secar la zona donde ésta se iba a ubicar, por lo que se mojó la mismísima reina de Inglaterra. Posamos junto a su asiento, alzando una copa que se encontraba justo al lado, y contemplamos una privilegiada vista del terreno de juego. Previamente habíamos estado a pie de césped, donde el reciento impresionaba aún mas. A nuestra izquierda, unas enormes lámparas se encargaban de dar artificialmente luz al césped, ya que debido a las pocas horas de Sol de que se gozan por estos lares, no hay mas remedio que recurrir a esto. Este método ya lo había observado anteriormente en los estadios de Dublin y Glasgow, por lo que no era nuevo para mi.
El estadio obviamente estaba muy tranquilo, solo alterado por el ruido de unos cuervos que revoloteaban desde el techo de una grada a otra. Por lo demás, podíamos disfrutar de un silencio embriagador, las voces de la guía y de los escasos visitantes retumbaban dentro de un estadio que debe convertirse en una espectacular caldera en un día de partido importante.
CASTELL COCH
Tan pronto salimos del estadio, nos dirigimos hasta el aparcamiento de nuestro hostal, cogimos el coche y pusimos rumbo a Castell Coch, un coqueto castillo situado en el pequeño pueblo de Tongwynlais, en los alrededores de Cardiff.
Lo que hasta ahora había sido un día medianamente soleado, se fue tornando oscuro, hasta que finalmente acabó lloviznando justo cuando llegamos al castillo. Castell Coch (Castillo Rojo en galés) es un castillo cuyos orígenes se remontan al siglo XIII, pero que fue totalmente remodelado en el siglo XIX con un estilo neogótico. La obra fue de William Burgess, un arquitecto inglés que también edificó el Castillo de Cardiff, especializado en dar un aire medieval a muchas de sus obras, como este castillo.
El castillo en si no es gran cosa, pero goza de una ubicación privilegiada, rodeado de un bello bosque, al que se accede por una estrecha carretera en cuyo tramo final apenas se pueden cruzar los coches.
El olor a tierra mojada junto a una fina lluvia que por momentos cobraba fuerza, nos dio la bienvenida. Justo al atravesar la puerta pagamos nuestra entrada y accedimos a un patio circular. Subimos unas escaleras que nos llevó a la primera de las torres, aunque por el camino vimos algunas salas con retratos de antiguos personajes importantes.
Las paredes estaban adornadas con pinturas con motivos que evocaban a la naturaleza, siendo los animales los grandes protagonistas.
Continuamos la visita en el interior de un dormitorio, y también la cocina desde donde se servia la comida a los comensales. A continuación vimos otra sala, esta vez pudimos observar una maqueta del castillo y explicación detalla de cada rincón del lugar.
La pequeña tienda ofrecía cosas curiosas aunque no había postales, que era lo único en lo que realmente estaba interesado. Era ya un poco tarde y en apenas dos horas pretendíamos ir a ver un partido de fútbol en Cardiff, por lo que pensamos que seria una buena idea comer en el mismo recinto del Castillo, donde había un lugar escondido donde se ofrecían algunos platos, junto a deliciosos pasteles. Yo me decanté por una patata cocida de la que di cuenta junto a un cremoso café, mientras que mi primo sació su apetito con un sandwich. En la mesa de al lado se sentó una de las camareras, una chica rubia que también comía un sandwich y una bolsa de patatas fritas. Comida para salir del paso en el descanso de la jornada laboral o mal hábito alimenticio, quien sabe...
CARDIFF
Con tiempo suficiente, pero sin poder entretenernos demasiado, pusimos rumbo al estadio de la Ciudad de Cardiff (Cardiff City Stadium). Dimos con él sin apenas dificultad, lo realmente complicado iba a ser aparcar, por lo que dimos varias vueltas a la redonda hasta encontrar un lugar donde dejar nuestro coche sin el más mínimo riesgo de multa. La gente colapsaba las aceras de las proximidades del estadio con sus vehículos, osadía que no nos atrevimos a imitar, mas si cabe cuando al preguntar a un transeúnte, nos instó a no hacerlo si no queríamos correr el riesgo de ser multados. Finalmente dimos con una calle en la que parecía que no había ningún obstáculo para estacionar, aunque para salir de dudas, preguntamos a una mujer que se disponía a salir de su casa.
“Disculpe, esta bien aparcado nuestro coche aquí?”, le pregunté.
“Oh, no. Necesitáis aparcar en un lugar donde no haya lineas blancas que delimitan la zona de aparcamiento para la gente que vivimos aquí.”, contestó.
Sin embargo, mi primo le replicó que nuestro coche no invadía dichas lineas, por lo que estábamos bien estacionados.
Antes de despedirnos la mujer nos preguntó acerca de nuestra procedencia, y cuando le dijimos que éramos españoles se sorprendió. “¿En serio? Vuestro acento suena francés. Lo siento, no quiero que toméis esto como una ofensa, es simplemente que me ha sonado así”. Ahora los sorprendidos eramos nosotros.
El estadio estaba a un par de calles y comenzamos a andar en la dirección correcta. La estampa que nos brindaba el ambiente previo al partido era poco común para mi. Acostumbrado al ruido y a los cánticos de los aficionados, las miles de personas que se dirigían a pie hacia el estadio desfilaban en silencio, respetando los limites de las aceras, y sin invadir la calle. Todos iban en fila india, unos detrás de otros, ataviados algunos de ellos con camisetas o bufandas, pero lo que me chocaba era esa total tranquilidad con la que se dirigían al estadio.
Doblamos una esquina pasando por debajo de un viejo puente y en ese lugar encontré un puesto ambulante donde vendían banderas, camisetas y bufandas del equipo local, el Cardiff City. Unos metros mas adelante había dos o tres puestos que vendían perritos calientes, justo ya frente al moderno estadio, que fue inaugurado 4 meses antes de nuestra visita en un partido frente al Celtic de Glasgow.
Había empezado a llover de nuevo, pero por suerte, el estadio tenia sus cuatro gradas perfectamente techadas, previsoras éstas de los fríos y lluviosos inviernos galeses. Tras preguntar por el lugar donde debíamos adquirir nuestras entradas, nos percatamos de que el precio de las mismas era bastante caro. Era un partido de la Segunda División de Inglaterra, que enfrentaba al Cardiff City galés y al Preston North End, del norte de Inglaterra, y la entrada mas barata costaba 29 euros. Por un instante dudamos en entrar o no, pero la larga caminata, la lluvia y sobre todo lo inusual del acontecimiento, nos animó a asistir al partido.
Ya dentro del estadio, empezó a llover con mas fuerza, algo que no nos afectaba lo mas mínimo al estar muy bien resguardados. El frío no era intenso, y el ambiente se había caldeado ya un poco. Aun así, no era el típico ambiente de los campos de fútbol británicos en los que los hinchas no paran de gritar desde el principio hasta el fin del partido. Aun así, teníamos a un jovencísimo aficionado que no paraba de vociferar con un torrente de voz espectacular. El chaval vivía el partido con intensidad junto a un amigo, mucho mas prudente que él, al menos en sus apreciaciones sobre el arbitro.
Ya dentro del estadio, empezó a llover con mas fuerza, algo que no nos afectaba lo mas mínimo al estar muy bien resguardados. El frío no era intenso, y el ambiente se había caldeado ya un poco. Aun así, no era el típico ambiente de los campos de fútbol británicos en los que los hinchas no paran de gritar desde el principio hasta el fin del partido. Aun así, teníamos a un jovencísimo aficionado que no paraba de vociferar con un torrente de voz espectacular. El chaval vivía el partido con intensidad junto a un amigo, mucho mas prudente que él, al menos en sus apreciaciones sobre el arbitro.
A pesar de tratarse de un equipo galés, el Cardiff City compite en la segunda división inglesa, al igual que el Swansea City, el otro equipo galés que juega en esta liga. En realidad se trata de algo muy extraño, puesto que el País de Gales goza de su propio campeonato y también de selección nacional de fútbol, por lo que desconozco el motivo por el que estos dos únicos equipos galeses juegan en Inglaterra. En el descanso del encuentro la gente se agolpaba en los pasillos ante varias televisiones que mostraban los resultados del resto de los partidos, al mismo tiempo que degustaban cervezas, refrescos, etc.
El estadio de la Ciudad de Cardiff tenia todas las comodidades posibles, un césped perfecto y una gran pantalla de video justo en frente de nosotros que retransmitía el partido en directo, con repeticiones de las jugadas mas interesantes incluidas. Aun así, no puede presumir de un gran aforo, pues no sobrepasa los 25.000 espectadores. Al partido asistimos 18.735 espectadores.
Tras el encuentro, nos dispusimos a regresar rápido al coche, pues estaba lloviendo bastante. Sin embargo, optamos por no volver exactamente por el mismo camino por el que llegamos, con el erróneo propósito de acortar algo el camino, lo que resultó irónicamente contraproducente, puesto que nos perdimos y estuvimos andando alrededor de una hora bajo una lluvia cada vez mas intensa. Tal fue nuestra desorientación que acabamos llegando al Millenium Stadium, justo al lado de nuestro hostal, por lo que tuvimos que preguntar a varias personas para que nos volvieran a guiar hasta el estadio del que habíamos salido hacia ya un rato.
La situación adquiría mayor complejidad debido a que no memorizamos el nombre de la calle donde aparcamos, siendo éstas todas de un perfil muy similar, prácticamente idéntico. El único aspecto diferenciador entre unas y otras es que algunas de ellas no tenían salida. La nuestra si, pero ese dato no nos servia de mucho. Las calles estaban muy tranquilas, apenas pasaba nadie, llovía con mas o menos fuerza, las casas eran todas iguales, de color blanco o marrón, de dos plantas y de tipo unifamiliar. La mayoría aparecían con luz en su interior, pero muy tranquilas. Ningún televisor con el volumen alto, o ningún vecino amante de la música a grandes decibelios.
Cuando por fin encontramos nuestro coche no pensamos en otra cosa mas que en ir al hostal, tomarnos una ducha de agua caliente y cambiarnos. Al entrar en nuestra habitación, la chica polaca no estaba, pero si sus pertenencias, por lo que aún continuaba allí. No obstante, no iba a ser nuestra única compañera de habitación, puesto que instantes después llegó otra chica, una americana que la verdad no se caracterizaba por su simpatía.
Mi primo sugirió no salir esa noche y permanecer en el hostal relajados. La verdad es que el tiempo no invitaba demasiado, y el cansancio de un largo día también estaba hacienda mella, por lo que cené una pizza en la barra del bar del hostal al mismo tiempo que me conectaba a internet desde un ordenador portátil. Un autentico lujo.
Domingo 6 de Diciembre
Llegó el momento de volver a casa, pero no quisimos irnos sin visitar la famosa Bahía de Cardiff. Antes, nos despedimos del hostal comentando en recepción la incidencia acerca del tipo de habitación que habíamos tenido. Nos atendió una chica joven, con la cabeza rapada y llena de tatuajes, muy simpática, que tras comprobar los detalles de nuestra reserva, accedió a reembolsarnos la diferencia que nos correspondía.
La Bahia de Cardiff es la postal típica de la ciudad, con la imagen del edificio de color rojo llamado Pierhead, y la pintoresca iglesia noruega. Esta última fue construida en honor a los numerosos marineros noruegos que atracaban en la ciudad. La iglesia es de acceso gratuito y en su interior hay una cafetería, aunque nosotros llegamos muy temprano y no pudimos visitarla.
La zona es muy bonita, está llena de bares y restaurantes, y consta de algunos edificios importantes, como el Teatro de la Bahía de Cardiff o el centro de visitantes Millenium. También hay grupos de viviendas que por su ubicación deduzco que deben ser muy caras. Atrás queda la antigua imagen de la bahía hasta no hace demasiados años, en los que los edificios abandonados mostraban una zona claramente en declive tras haber sido uno de los puertos mas importantes del mundo a finales del siglo XIX, gracias al comercio del carbón.
La mañana era fría, y con un fortísimo viento que incomodaba a un grupo de turistas chinos que se fotografiaban con la bahía y su entorno. No había tiempo para más, nuestro avión saldría en tres horas, y con el intenso trafico que encontramos en la ida, decidimos no arriesgarnos a llegar tarde ante cualquier imprevisto. Mientras abandonábamos Cardiff, tuvimos tiempo de contemplar su Castillo, eso si, desde fuera, y el Ayuntamiento. El Castillo fue fundado por los normandos en el año 1091 en el lugar donde anteriormente habia habido un fortin romano. En el siglo XIX fue construido un nuevo Castillo, en la parte exterior del original. Nosotros solo vimos este ultimo, construido por William Burgess, el mismo arquitecto que diseñó Castell Coch. Burgess trato de dar un aspecto de castillo de cuento de hadas a ambos, aunque el Castillo de Cardiff es muy superior en tamaño.
Volvimos a Bristol atravesando nuevamente el puente Severn Bridge, llegando a Inglaterra con un cartel de bienvenida tanto en inglés, como en galés. El aeropuerto de Bristol es pequeño, y se encuentra muy apartado de la ciudad, eso si, por lo general, todos los sitios están muy bien señalizados.
El Sol ya había salido de nuevo, y nuestro avión se preparaba para salir rumbo a Málaga. Atrás quedaba mi primera visita a Inglaterra y el sur de Gales...
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