miércoles, 20 de julio de 2011

ISLANDIA (Abril 2011)

Cuando regresé de mi primera visita a Islandia, lo hice con la sensación de que muy probablemente jamás volvería a visitar este hermoso país; pero a veces las sensaciones engañan. Quizás este deseo de retorno se viera alimentado en gran parte por la gratísima impresión que me causó la isla, pero la realidad es que apenas dos años después de aquel gran viaje volvía a llenar mis zapatos de hielo y lava.
No puedo explicar los motivos que me empujaron a regresar, como ahora tampoco puedo explicar la razón por la que siento que ya desapareció el anhelo de volver una tercera vez, aunque con toda probabilidad se deba a que definitivamente sacié por completo mis ansias de explorar el país. Y es que he experimentado muchísimas de las sensaciones que se pueden vivir en un lugar como éste: navegar entre ballenas, sumergirme en sus cálidas aguas termales, conocer gente local, perderme en una remota granja del norte e incluso degustar delicias locales como la carne de tiburón.
                        Tienda de souvenirs en el centro de Reykjavík.


Islandia es la segunda isla más grande de Europa, después de Gran Bretaña, con una extensión de 103.000 km2. la distancia máxima de norte a sur de la isla es de unos 350 kms, mientras que el ancho llega hasta los 500 kms.


A Islandia se la conoce como la isla del hielo y el fuego, debido a la asombrosa convivencia entre glaciares y volcanes, entre nieve y lava...De hecho, en el país existen más de 200 volcanes, la mayoría situados en el sur y oeste de la isla, donde predominan paisajes desérticos comidos por la lava, mientras que en el norte y el olvidado este, el paisaje se torna montañoso y cubierto de nieve.


LA PENÍNSULA DE REYKJANES


Tras el larguísimo viaje que nos llevó hasta el aeropuerto internacional de Keflavík el día anterior, nos levantamos relativamente temprano para esperar a Tyrfingur Tyrfingsson, alias Tyffi, el guía que nos iba a llevar por la Península de Reykjanes.
La mañana comenzó con una fuerte nevada que cubrió de blanco las calles de Reykjavík. No hacía excesivo frío, así que decidimos buscar un banco para adquirir las coronas que en teoría íbamos a necesitar durante nuestra estancia en la capital islandesa.
Desayunamos en un lugar muy agradable y poco después volvimos a nuestro hostal. Allí, en la misma puerta, se encontraba nuestro guía esperándonos con gran puntualidad.
"Buenos días, feliz navidad" - fue su simpática bienvenida. Acto seguido subimos a su vehículo y comenzamos nuestra ruta.
                       Tyffi y Nono conversdan en medio de la nieve.
Lo primero que hicimos fue desviarnos hasta el viejo puerto pesquero, muy próximo a nuestro hostal, pasando justo por la esquina donde se encontraba la hamburguesería más popular de la ciudad. En el puerto se observaban varios barcos balleneros haciendo un curioso contraste con las embarcaciones situadas en el otro extremo, pues su fin-aunque relacionado también con los grandes cetáceos- era muy distinto, pues ofrecían excursiones para contemplarlos.
Abandonamos el puerto através de una avenida que transcurría paralela al mar y que estaba presidida por algunos grandes edificios, si es que se puede llamar así a alguna construcción de la capital de Islandia, caracterizada por edificaciones de escasa altura. Dejamos a mano izquierda la casa Höfði, famosa por haber sido el punto de encuentro entre los ex presidentes Gorbachov y Reegan en los años ochenta del pasado siglo, en plena Guerra Fría.
Caminando entre fumarolas en Seltún.
A continuación atravesamos el barrio de Kopavogur, en cuya cima se eregía una pequeña y modesta iglesia de estilo moderno. Nos limitamos a contemplarla pero sin tan siquiera detenernos ante ella. Callejeamos unos cientos de metros más y nos topamos con Hafnarfjöður, una ciudad dormitorio de Reykjavík, al igual que la anterior, y que es famosa por los chistes que se cuentan sobre sus habitantes.

En este lugar viven muchas criaturas míticas, los elfos, según nos contó Tyffi. "Los elfos están por todas partes en este país. La gente realmente cree en ellos. Hace unos años se hizo una encuesta que decía que más de la mitad de la población consideraba probable o muy probable su existencia. Yo, a mis 48 años, debo admitir que nunca he visto uno, pero seguramente existen" - explicó con un cierto tono sarcástico.


¿Es cierto que desviaron la construcción de una carretera por ellos? - pregunté con cierta curiosidad. "Efectivamente, además, yo no vivo muy lejos de allí. Inicialmente la carretera iba a seguir un trazado diferente pero según se cree, pasaba por un lugar en el que habitan elfos, así que se optó por desviar ese tramo" - respondió con aparente seriedad.


La superstición en Islandia ha sido una constante a lo largo de su historia, probablemente alimentada por su gran aislamiento y sus espectaculares fenómenos naturales, algunos de ellos no explicados por la razón humana durante siglos. Este aislamiento todavía persiste en cierto modo, y no en cuanto a la evolución de su sociedad- una de las más avanzadas del mundo- sino en detalles como en la forma de referirse al resto del mundo. Así, por ejemplo, cuando los islandeses mencionan Europa, lo hacen como algo diferente a Islandia, por lo que da la sensación de que la isla está aún más lejos del viejo continente.
Tyffi y Nono en la Península de Reykjanes
Precisamente, en ese sentido, Tyffi dijo que la población islandesa se mantiene escéptica sobre su posible ingreso en la Unión Europea: "La gente teme que se pierda autonomía principalmente en asuntos de pesca. Por supuesto que la crisis financiera de 2008 ha marcado un antes y un después en este sentido, hasta el punto de que la población estaba tan desencantada que votó mayoritariamente a un conocido comediante en los comicios para elegir al alcalde de Reykjavík. Se trata de un hombre muy particular, cuya primera promesa fue que rompería todas sus promesas, e incluso una de sus pretensiones electorales era traer un oso polar al zoo de la ciudad. Su apellido está cortado porque su madre tenía problemas de habla y se lo recortó en honor a la forma en que ella lo pronunciaba"- dijo Tyffi justo cuando pasábamos por Bessastaðir, la residencia oficial del presidente del país, que no tiene escolta ni guardia que vigile el acceso, por lo que se puede llamar a la puerta sin problema alguno, y quien sabe...con un poco de suerte hasta el propio presidente puede abrirnos.


A continuación, nos interesamos por la particular forma que tienen los islandeses de usar los apellidos: "Para mi es algo muy simple. Por ejemplo, yo me llamo Tyrfingur Tyrfingsson, esto quiere decir que mi padre se llama igual que yo. Yo soy Tyrfingur, el hijo de Tyrfingur. Tengo tres hijos y mi hija no se apellida igual que mis dos hijos varones porque a las mujeres se les añade "dottir" al final, que significa la hija de...Es curioso, cuando la selección de fútbol de Islandia viaja al extranjero, en los hoteles hay confusión puesto que muchos jugadores se apellidan igual y todos piensan que hay muchos hermanos en el equipo".
Seltún
Mientras Tyffi contaba todo esto, la nieve y las condiones de la carretera empeoraban por momentos. Salimos de Reykjavík dejando a un lado la fábrica de aluminio, donde pudimos observas viviendas más modestas, que recordaban a las impersonales construcciones de los barrios obreros soviétivos. Aqui viven familias que directa o indirectamente trabajan en la fábrica, y aunque las autoridades dicen que no es peligroso vivir en sus alrededores, lo cierto es que no es saludable residir en un lugar así. La prueba es que las casas aquí son más baratas que en el resto del país, unos 120.000 euros.


Al abandonar la ciudad, nos incorporamos casi de inmediato a una carretera secundari que estaba totalmente cubierta de nieve. Justo en el cruce aparecía un letrero que avisaba de la necesidad de consultar vía telefónica sobre el estado de la carretera. Tyffi se detuvo, realizó una breve llamada y recibió el visto bueno. Apenas se podía distinguir el asfalto, pero nuestro guía conducía con una gran seguridad.
Llegamos a Kleifarvatn, el mayor lago de la zona, que debido a la escasa visibilidad, apenas se podía distinguir. Giramos a la derecha hasta llegar a Krysuvík, donde debía ubicarse una antigua iglesia de 1857 en medio de la nada, pero para sorpresa de nuestro guía, ya no se encontraba en el lugar.


Nos detuvimos en Seltún, un lugar muy singular pues se encontraba rodeado de un conjunto de fumarolas -aberturas en el terreno por donde salían vapores sulfurosos- que se abrían paso entre la espesa capa de nieve, dando un aspecto tan espectacular como siniestro a la zona. Todo estaba cubierto de nieve, pero a pesar de ello, el contraste era dramático entre el frío exterior y el calor que desprendían los vapores.
El olor era muy característico, recordando al de un huevo cocido, pero poco a poco nos fuimos acostumbrando y lejos de molestarnos, lo hicimos sinónimo de calidez dentro del gélido ambiente.


Un grupo no muy numeroso de personas compartía con nosotros la visita. lgunos de ellos eran noruegos, tal y como apuntó Tyffi, que se percató al oirlos hablar. "No, no hablo bien noruego, pero el islandés y el noruego no son idiomas muy diferentes, por eso los entiendo".


Nuestro siguiente destino fue el pueblo de Grindavík, donde buscamos un supermercado para comprar carne de tiburón. A parte de como guía turístico, Tyffi trabajaba como chef en un restaurante y estaba interesado en introducirnos en la gastronomía local. En el interior del supermercado observamos en una bolsa congelada una cabeza de cordero. "Mirad como sonríe"- dijo Tyffi en tono de broma mientras señalaba la boca del desdichado animal.
Tanto la carne de tiburón, como la cubertería, las pagó él de su bolsillo, y en menos de un cuarto de hora ya estábamos listos para tratar de probar las extravagantes delicias culinarias locales. Nos detuvimos en un descampado, casi al borde de la costa, desde donde podíamos contemplar el mar bravío, rompiendo su oleaje violentamente contra las rocas. Hacía viento, pero la temperatura no era excesivamente fría, unos 4 grados centígrados.
Nuestro improvisado picnic en Reykjanes.
Tyffi abrió el maletero de su coche y sacó un termo de café junto con varios tentempiés. Por espacio d emedia hora, degusté el hígado de cordero y la carne de tiburón. Ésta última hasta en dos ocasiones. Conseguí neutralizar en cierto modo tanto el sabor como la textura del primero de ellos al acompañarlo de un sandwich, pero la carne de tiburón fue servida en pequeños taquitos sin ningún otro tipo de condimento, por lo que la disfrutamos en todo su esplendor.


Según nuestro guía, la carne de tiburón no deja indiferente a nadie: o gusta o produce el mayor de los rechazos. Sin embargo, a mi en particular, sin llegar a dejarme indiferente, no me generó ni una sensación de repulsa extrema ni por supuesto tampoco me terminó de gustar. Parece ser que para comenzar a sentir el verdadero sabor del tiburón, se debe tener la carne el la boca por espacio de unos dos minutos. Sin embargo, yo decidí tragarla y no atreverme a esperar a degustarla.


Todo esto lo completamos con un par de cafés bien calientes que Tyffi nos sirvió en su termo y que nos reconfortó bastante para lidiar con el frío ambiente que nos estaba acompañando durante toda la jornada.
Muy cerca de donde hicimos nuestro particular picnic se encontraba un faro donde había trabajado el suegro de Tyffi durante toda su vida. Ahora, ya jubilado, el faro es propiedad del estado islandés, pero la casa adyaente pertenece a su familia política.
Nono no parece muy convencido con su exótico almuerzo.
Condujimos unos kilómetros más y llegamos a un puente que cruza una gran grieta en el terreno. Se trata ni más ni menos que de la separación d elas placas tectónicas euroasiática y americana. Según parece, la grieta va creciendo a razón de dos centímetros por año, y justo en medio del puente de puede ver un cartel que da la bienvenida a Europa o América, según el lado en el que se mire.
"Entonces, si la separación es de dos centímetros anuales, llegará un momento, dentro de miles de años, en que Islandia estará dividida en dos y quizás los habitantes del este le pidan la independencia a los del oeste"- bromeé provocando una carcajada a nuestro servicial guía.


Una rústica señal presidida por un hueso de ballena daba la bienvenida a un lugar, que a parte de la mencionada falla, carecía de cualquier otro tipo de interés.


La nieve había desaparecido hacía ya bastante tiempo pero el Sol sólo se asomaba tímidamente. Las nubes se acumulaban en torno al astro rey, por lo que apenas se dejaba ver. Volvimos a montarnos en el coche y acto seguido Tyffi se refirió a la política, de triste actualidad en su país: "Los ciudadanos han votado en referendum que no desean pagar la deuda que han adquirido los bancos nacionales con clientes extranjeros, principalmente británicos y holandeses. Esto ha indignado a los dos países y ha puesto en un serio apuro al gobierno, y ahora se están discutiendo diferentes fórmulas para solucionar el problema de la mejor manera posible"- comentó en referencia a la quiebra de los bancos islandeses en 2008.
Caminando en mitad de la nada con el Atlántico Norte de fondo.
No obstante, si de algo se mostró orgulloso Tyffi fue del caracter pacífico de sus compatriotas: "Aquí la policía no lleva armas, no tenemos ejército y la cárcel del país es muy pequeña. En los últimos tiempos es cierto que ha aumentado un poco la delincuencia, pero en parte es debido a la llegada de inmigrantes de Europa del este, fundamentalmente polacos y lituanos, que llegan al país muy jóvenes, se quedan sin trabajo y no encuentran otra opción más que delinquier para poder subsistir".


También nos comentó que la policía en lo que realmente es muy estricta es en asuntos de tráfico, puesto que hay muchos radares en las carreteras que recaudan grandes cantidades de dinero al cabo del año. Curiosamente, mientras hacía referencia a este dato, Tyffi conducía sin cinturón de seguridad.


Llevábamos ya varias horas de visitas y empezábamos a sentirnos cansados, así que nos detuvimos en un café para reponer fuerzas. El café se encontraba junto a un barco de pesca en deshuso y albergaba en su interior un modesto museo pesquero. Lo más destacado del museo era una especie de mapa del lugar en el que a modo de homenaje póstumo se detallaban los lugares exactos donde se habían producido naufragios con víctimas mortales, apareciendo éstas con los nombres y apellidos de los marineros y fecha de la tragedia.
Habíamos acordado con Tyffi finalizar nuestra ruta con un baño en la Laguna Azul, y para ser sinceros, nuestro deseo de disfrutar del baño era mayor conforme nuestro cansancio aumentaba. No obstante, aún quedaban varios lugares más por visitar.
Nono saluda a los amistosos caballos islandeses.
El siguiente destino fue el pueblo de Keflavík, ciudad que en la actualidad alberga el aeropuerto internacional del país. Aunque gran parte de su población está empleada directa o indirectamente en él, la verdad es que se trata de una zona deprimida económicamente, puesto que aún no se ha recuperado del todo de la salida de los americanos, que abandonaron su base aérea en Islandia en 1990. La ciudad es tan dispersa como cualquier otra de la isla, con una gran separación entre casa y casa, pero a diferencia de las demás, en Keflavík si pudimos atravesar una calle principal donde se ubicaban bares, tiendas, restaurantes, bancos... Era la calle comercial y se veía algo de vida en comparación con el resto de la ciudad.


Continuamos en dirección a Njardvík, el pueblo natal de Tyffi, desde donde se mudó a Reykjavík para estudiar hostelería y convertirse en chef. Actualmente vive en la capital porque según dice, ofrece muchas más oportunidades para trabajar. Nos llevó hasta Vikingaheimar, un museo vikingo en las afueras de la población, y aunque en un principio sonaba interesante, la realidad es que nos decepcionó. Lo más destacable, y casi lo único, era la réplica de un gigantesco barco vikingo. Aún así, la temática del museo me resultó muy interesante, puesto que se centraba en los viajes de los vikingos hasta América, algo por lo que me he interesado mucho últimamente. El barco en sí se construyó a mediados de los años 60 del pasado siglo y logró completar la travesía entre Reykjavík y la ciudad de Nueva York, dejando constancia de la maestría de los vikingos a la hora de confeccionar sus navíos. El resto de la exposición se limitaba a exhibir pequeños objetos encontrados en sucesivas excavaciones y explicaciones- una de ellas audiovisual- de los pormenores de los viajes de los vikingos a América.
Accediendo a la Laguna Azul entre rocas de lava.
Nuestros siguientes destinos fueron Sandgerði y Garður. A simple vista eran dos comunidades idénticas en cuanto a su estructura urbanística y a su minúsculo tamaño. Sin embargo, Tyffi nos explicó que Garður -a pesar de la pequeña distancia que las separa- era una comunidad más próspera económicamente, lo cual era palpable en el diseño de algunas de sus casas. Sinceramente, ambas poblaciones me parecieron muy similares, casi idénticas, y no aprecié ningún tipo de diferencia entre ellas.
También observamos algunas viviendas de madera que se edificaron para albergar a muchos de los habitantes de las islas Vestamannaeyjar tras la fatídica erupción volcánica de 1973. Muchos regresaron tiempo después a su lugar de origen, pero otros optaron por establecerse definitivamente en su nuevo hogar.


LA LAGUNA AZUL


Dejamos a un lado Vogar, otra de las diminutas poblaciones que encontramos a nuestro paso, y por fin pusimos rumbo a la Laguna Azul. Olvidé mi bañador el el hostal y Tyffi no sólo me prestó uno, sino que nos esperó pacientemente por espacio de algo más de dos horas mientras disfrutábamos del lugar. El ambiente era frío, pero ni mucho menos extramo, puesto que sobrepasábamos los 4 grados centígrados.


Sumergido en la Laguna Azul
La Laguna Azul es un lago artificial que se nutre de las aguas procedentes de una cercana central geotérmica. La temperatura de sus cálidas aguas oscila entre los 37 y los 40 grados, por lo que por muy baja que sea la temperatura en el exterior, sumergirse entre las aguas de este exótico lugar es motivo de relajación total. Las instalaciones del concurrido recinto ofrecen un restaurante, una tienda de recuerdos e incluso un lujoso hotel, aunque nosotros nos limitamos a hacer uso d ela principal atracción.
Nada mejor que una buena cerveza local para amenizar el baño.
Una vez dentro de la laguna, nadamos durante más de una hora, e incluso nos permitimos el lujo de beber una cerveza en el interior del agua. Además, el tiempo acompañaba porque no nevaba, ni tan siquiera llovía e incluso el Sol brillaba por momentos. El lugar estaba lleno de bañistas, la mayoría extranjeros, aunque también había gente local. No obstante, la Laguna Azul e sun sitio mucho más popular entre los turistas, pudiéndose observar gente de todo tipo, desde grupos de adolescentes hasta adultos que ya dejaron el momento de su jubilación muy atrás en el tiempo.


Nono y yo
Tratamos de poner la guinda a tan agradable experiencia solicitando un servicio de masajes que se ofrecían por espacio de entre 10 y 20 minutos, pero para nuestra decepción, la lista del día ya estaba completa.
Nada que envidiar a latitudes más cálidas.
Salimos de la Laguna Azul y allí se encontraba Tyffi, en el interior de su vehículo, esperando pacientemente. Según nos dijo, se había ocupado de algunos asuntos relacionados con su trabajo en el restaurante para el día siguiente.
Despedida de la laguna.
Regresamos a Reykjavík y subimos hasta Perlan, un moderno edificio sobre una colina que se remata con una espectacular cúpula y que fue construido con una serie de cinco depñositos que acumulan hasta 4.000 litros de agua caliente cada uno para su uso en las viviendas de la ciudad, en cuya última planta se sitúa un restaurante giratorio. Asimismo, el lugar acoge un museo dedicado a las sagas y un inesperado geyser artificial que entra en funcionamiento cuando menos se espera.


Entre las fotos que adornan las paredes, la más destacable era la del ex presidente estadounidense Bill Clinton, en su visita a Islandia. En el exterior pudimos contemplar una de las mejores vistas de la ciudad de Reykjavík, aunque no la disfrutamos, puesto que el frío y el helado viento eran insoportables. En menos de cinco munutos regresamos al coche, bajamos a la ciudad atravesando Hallgrimskirkja y la estatua de Leif Eiriksson, el primer vikingo que llegó a América, para finalmente arribar a nuestro hostal.
Vista de Reykjavík desde Perlan.
Durante el breve trayecto que nos restaba hasta llegar al destino final, comentamos que visitaríamos Akureyri en un par de días, una ciudad considerada la capital del norte del país y que el propio Tyffi veía diferente a Reykjavík, no sólo en cuanto a tamaño o en términos paisajísticos, sino que también apreciaba diferencias entre sus gentes. En el norte en general, no sólo en Akureyri, ven a la gente del área de la capital como "extranjeros", si se me permite reproducir la misma expresión que empleó nuestro guía. Obviamente, estas diferencias debemos tomarlas desde un punto de vista geográfico sin más, puesto que en un país de poco más de trescientos mil habitantes, las luchas entre regiones por sentirse diferentes se antojan impensables. De todas formas, Tyffi aseguró que aún sin ser muy notorias, existían ciertas diferencias en el acento, principalmente en el norte y en los fiordos del oeste.


Tyffi se despidió de nosotros quedando a nuestra total disposición en caso de que necesitásemos cualquier tipo de ayuda durante nuestra estancia en el país. Nos había prestado un servicio extraordinario, por lo que acabamos muy satisfechos.


Una vez nos relajamos y nos repusimos en el hostal del largo día, salimos a cenar al centro de Reykjavík. Entramos en un concurrido bar, muy espacioso y popular en la ciudad, justo detrás de la plaza que alberga el Parlamento y la catedral. El local se dividía en dos partes bien diferenciadas; a un lado se encontraba la parte más formal y destinada a ofrecer buenos menús; mientras que en la otra parte del bar se podía disfrutar de partidos de fútbol por televisión mientras se daba cuenta de una buena cerveza. Acompañamos nuestra cena de cerveza local, la Viking, que ya habíamos probado previamente esa misma tarde en el interior de la Laguna Azul.


EL SUR DE ISLANDIA


Sin duda, éste iba a ser el día más largo y duro de la semana. A las 7.30 nos recogieron en el hostal y antes de las 8 ya estábamos a bordo de un microbús rumbo a la costa sur de la isla. El conducto se llamaba Bjarni y demostró ser toda una eminencia en cuanto a conocimientos de su propio país. Durante las más de catorce horas que duró la excursión, apenas hizo una breve pausa para relajarnos con música local; el resto del tiempo lo pasó documentándonos hasta el más mínimo detalle acerca de la historia, la cultura y en general, todo lo relacionado con Islandia. Su acento era americano, y hablaba inglés bastante mejor que Tyffi, aunque ambos se expresaban de una manera muy fluida.
El sur de Islandia.
El día, al igual que el anterior, había amanecido frío y con nieve, aunque a lo largo del extenso recorrido experimentaríamos numerosas variaciones climatológicas. La carretera era llana y estaba rodeada a ambos lados de lava volcánica en la que lo único que crecía era musgo sobre sus rocas. De repente, iniciamos una pequeña ascensión y al girar a la derecha nos topamos con Hveragerði, pueblo famoso por acoger numerosos invernaderos que proporcionaban al país gran número de plantas y frutas que de otra forma jamás podrían crecer en los pobres y castigados suelos de la isla.


La población es también famosa por los frecuentes terremotos que sacuden la zona. Sin ir más lejos, recientemente hubo uno aqui de 6,1 grados en la escala de Richter, que aunque no produjo pérdidas de vidas humanas, si que tuvo algunas consecuencias curiosas, como la de un vecino que se despertó en plena madrugada al sentir más calor de lo habitual en su abitación, siendo su sorpresa mayúscula al comprobar que en el interior de su vivienda había surgido un manantial de agua caliente.
Asimismo, existe un hotel construido sobre terrenos con fuentes de agua caliente, el cual ha dejado una habitación sin utilizar al encontrarse ésta a una temperatura de 42 grados. Al mismo tiempo, uno de los supermercados del pueblo también se encuentra próximo a esta zona. Por todo ello, y aunque en Islandia el gobierno obliga por ley a que todas las casas estén preparadas para soportar terremotos de hasta 6,5 grados en la escala de Richter, Bjarni dijo que aunque le regalaran una casa en este lugar, nunca viviría aqui debido a la gran inestabilidad símica de la zona.


Continuamos en dirección a Selfoss, una población de mayor tamaño y que dentro de los parámetros islandeses, deberíamos considerar incluso una ciudad. Selfoss tomó vida gracias a la construcción de un puente que facilitó el acceso a la zona, y en la actualidad pudimos comprobar mientras atravesábamos la calle principal la existencia de cierta prosperidad gracias a los bares, tiendas y concesionarios de coches que quedaban a uno y otro lado de la travesía.


Tras dejar atrás el pequeño pueblo de Hella, una importante zona de cría de caballos, Bjarni nos habló de los primeros habitantes de Islandia: "El primer habitante de Reykjavík fue Ingolfur Arnason, un vikingo de origen noruego que arribó a la bahía donde se encuentra la actual ciudad de Reykjavík y dejó caer un sillar de su barco prometiendo establecerse en el lugar donde el mar lo llevara. Así se estableció en lo que hoy es Reykjavík". Asimismo, hizo alusión al controvertido viaje de Leif Eiriksson, el hijo de Erik el rojo, a tierras de la actual Norteamérica, casi 500 años antes que Cristóbal Colón: "Leif Eiriksson fue sin duda el primer europeo en llegar al continente americano. Sin embargo, la hostilidad de los nativos del lugar y el escaso número de hombres con los que contaba para asentarse alli, hicieron que no viera aquellas tierras como susceptibles de ser colonizadas, aunque si hubo suficiente tiempo para que naciera allí Snorri, el primer europeo nacido en tierra americana".


Nono dio cuenta de un "Bill Clinton" en Hvolsvöllur.
Sobre Cristóbal Colón reflejó el punto de vista de muchos islandeses: "Aquí en Islandia se especula con un supuesto viaje que Colón hizo hasta aquí, y se bromea con el hecho de que la finalidad del mismo habría sido preguntar a los islandeses la dirección a tomar para ir a América". Curioso, pero cierto o no, la verdad probablemente nunca se sabrá.


Nuestra primera parada fue Hvolsvöllur, donde hicimos un alto para desayunar. En el establecimiento donde entramos, una modesta gasolinera a modo de paso, servían un perrito caliente con doble mostaza que se hizo famoso en Islandia después de que el ex presidente Clinton tomara uno de ellos durante su estancia en el país.
Bella cascada a pie de carretera.
Cuando nos volvimos a poner en marcha, atravesamos un paisaje que se volvía cada vez más desolado por momentos, aunque paramos ante una bella casada situada justo frente a una granja que vio nacer al primer abogado en la historia de Islandia. El agua caía suavemente desde la colina, y junto a ella, a escasos metros se desprendía otro hilo de agua, mucho más débil, que trataba de rivalizar en belleza pero acaparando menos protagonismo al tratarse de una caida de agua de un tamaño considerablemente menor.
Las máquinas todavía siguen limpiando la zona de ceniza un año después
Pocos kilómetros después comenzamos a ver restos de cenizas en los campos. A un lado de la carretera, todavía hoy - un año después- continuaban dos máquinas excavadoras limpiando de cenizas la superficie del suelo. Y es que nos encontrábamos justo frente a la granja Þorvaldseyri, que saltó a la fama a nivel mundial por acaparar el mayor número de fotografías con el volcán Eyjafjallajökull humeando de fondo. Las inmensas columnas de humo que se podían observar sirvieron de postal e hicieron que esta modesta y anónima granja adquiriese un protagonismo mediático impensable días antes de la erupción.
La granja Þorvaldseyri
El área de Þorsmók-muy popular entre los senderistas en verano- no se encontraba muy lejos del volcán, pero en esta época sólo era accesible en vehículos todoterreno: "En Islandia hay muchos vehículos de este tipo, pero de todas formas hay que demostrar al gobierno que realmente necesitas un tipo de coche así si quieres tener el permiso para tener uno" - puntualizó Bjarni.


Continuamos hasta llegar a Skógar, una minúscula aldea cuyo nombre significa "bosque", famosa por situarse junto a la cascada que lleva el nombre de la población: Skogafoss. El tiempo era terrible, nevaba incesantemente y el frío viento hacía que la sensación térmica fuera muy inferior a los dos grados centígrados que marcaba el termómetro. Aún así, retamos a las inclemencias meteorológicas y nos acercamos a la cascada para tomar unas instantáneas, pero poco tiempo después decidimos desistir de nuestro intento y regresamos al autobús. El frío era polar, y muy difícil de asimilar para un mediterráneo, así que en cuanto observamos la panorámica volvimos al autobús, nuestro particular refugio.
Skogafoss
No obstante, la estampa que nos brindaba Skogafoss era bellísima, pues desde la blanca pared de 60 metros de altura el agua se precipitaba bruscamente. Todavía se podían observar tintes negros en el suelo y en la cascada en sí, debido a las toneladas de ceniza que aún perduraban en el desolado paisaje de la zona.


El hecho de que el Eyjafjallajökull haya sido el volcán más reciente no debe hacernos caer en la falsa creencia de que es el más grande de la isla, puesto que ese honor corresponde al Katla, el volcán junto al que estábamos pasando y que en tiempos antiguos se creía la puerta de entrada del mismísimo infierno. Durante la espectacular erupción de 2010, la carretera nacional 1, por la que estábamos circulando, quedó totalmente inundada e inaccesible para cualquier tipo de vehículo durante días. Pues bien, según parece, este volcán entra en erupción de media cada diez años, y como la última tuvo lugar en el año 2000, se pensa que una próxima erupción podría ser inminente. Es más, algunos geólogos ya han apuntado la posibilidad de que se estén dando algunos indicios que hacen pensar en una próxima erupción. Las consecuencias serían mucho mayores que las del Eyjafjallajökull pues se trata de un volcán de mayor tamaño, aunque se espera que no tenga nada que ver con la erupción de 1783, que fue la mayor registrada en la historia de la humanidad y que cubrió de lava cientos y cientos de kilómetros.


Retomamos el viaje y observamos a lo lejos el pequeño promontorio de Dyrholaey, bautizado como Cabo Portland por los marineros ingleses. Nos encontrábamos a nla altura del pueblo de Vík ý Mýrdal, el más al sur de la isla, y donde nos detendríamos en el camino de vuelta para cenar. El paisaje, nada más dejar atrás el pueblo, se tornaba cada vez más desolador. Kilómetros y kilómetros de desierto. Efectivamente, desierto de lava a un lado y a otro de la carretera. Previamente habíamos dejado atrás un semidesierto de cenizas, para ahora dar paso al desierto de lava. A simple vista el entorno parecía dramáticamente hermoso en cuanto a lo singular del mismo, pero a ratos se convertía en monótono e incluso- por momentos- hasta aburrido.
Campo de lava
Poco a poco, y de forma paulatina, nos íbamos alejando de la costa, hasta el punto de perderla por completo de vista. Hicimos una nueva parada en Fjaðrágljúfur, un lugar ubicado en medio de extrañísimas formaciones de lava. Mientras estirábamos las piernas y contemplábamos el paisaje, Bjarni nos preguntó uno a uno lo que deseábamos para comer. El avituallamiento de mediodía estaba incluido en la excursión pero nuestro guía necesitaba saber con exactitud que comida preferíamos ya que según nos dijo, el lugar donde comeríamos era un sitio pequeño y necesitaban preparar la comida antes de que llegásemos. La oferta era muy limitada: hamburguesa, pescado o una versión local de kebab. Los pasajeros nos decantamos por las dos primeras casi a partes iguales. Sin embargo, a nadie le sedujo la posibilidad de probar el plato local.
Kirkjubaerjarklaustur
El lugar donde pararíamos se encontraba en Kirkjubaerjarklaustur, diminuta población con casi más letras en su nombre que habitantes en su censo. Justo en la entrada del pueblo había una caida de agua desde la montaña similar a muchas otras que habíamos visto anteriormente a lo largo de nuestro recorrido por la costa sur de Islandia, aunque ésta era especialmente hermosa. La estación de servicio donde paramos para comer no estaba excesivamente concurrida. El establecimiento no era pequeño y ofrecía los productos necesarios para la escasa demandfa de la población local. Las ventanas eran grandes, lo que proporcionaba una gran luminosidad, mientras que las mesas se distribuían de forma espaciosa. Mientras recogía mi comida, un matrimonio neoyorkino trató de entablar una pequeña conversación conmigo, pero la charla se redujo a un breve intercambio de pareceres sobre el bello país que estábamos visitando.


Tras saciar nuestro apetito, continuamos en dirección al glaciar Jökulsárlón, nuestro destino final. Antes de llegar, comenzamos a tioparnos con inmensas lenguas glaciares, que eran las últimas estribaciones del glaciar Vatnajökull, el mayor glaciar de toda Europa.
Jökulsárlón
Una vez en Jökulsárlón, el cielo se abrió un poco y por unos instantes dejó paso al Sol. Sin embargo, el frío era aterrador, casi insoportable, hasta el punto de que no disfrutamos nuestra estancia en el lago glaciar todo lo que hubiéramos deseado precisamente por el incómodo clima.
Deseábamos explorar la laguna más a fondo, pero aunque el verano en Islandia comenzaría oficialmente en dos días, la realidad es que hasta bien entrado el mes de mayo no iba a ser posible navegar en el lago. El fortísimo viento arrasaba con todo y era capaz de helar cualquier cosa. Los icebergs flotaban a la deriva en el lago. según nos dijo Bjarni, sólo aparece en la superficie el diez por ciento de la masa del iceberg, por lo que podemos hacernos una idea del gigantesco tamaño de los bloques de hielo. Además, la laguna tiene una profundidad de 300 metros.
Frio día en la laguna glaciar de Jökulsárlón
Tomamos un café bien caliente dentro de una tienda de recuerdos. La cajera, una chica gruesa y rubia de mediana edad, sonrió cuando me quejé de la adversa meteorología. Me recordó que ya era primavera y que en invierno el clima era muchísimo más duro.
Acabamos cruzando al otro lado de la carretera para llegar hasta la orilla de la playa, muy próxima a la laguna. En sus negras arenas de apiñaban decenas de trozos de hielo que se disponían a hacer su entrada en el mar perdiéndose a lo lejos. Durante unos instantes, sólo se podía percibir el sonido del omnipresente viento y el ruido de las olas. El panorama que se nos brindaba era de una desoladora belleza.
Costa sur de Islandia
Este fue el destino final de nuestro viaje. A partir de aqui comenzamos nuestro regreso hasta Reykjavík, aunque todavía nos quedaban algunas paradas más. Sin embargo, a pesar de continuar descubriendo nuevas sorpresas, el cansancio empezaba a hacer mella y nuestra capacidad para experimentar nuevas sensaciones estaba cada vez más limitada.


Llegamos hasta un centro de información turística ubicado en Skaftafell. Bjarni nos invitó a ver un breve video sobre las consecuencias de un volcán que entró en erupción en la zona en 1996. Las imágenes eran espectaculares, y tanto la carretera como un largo puente de 900 metros de longitud que acabábamos de atravesar fueron arrasados por el agua, fruto de las inundaciones provocadas por el deshielo. Como recuerdo de aquel desastre, se ha conservado a un lado de la carretera parte del puente destruido, apareciendo descolorido y oxidado.


Para Bjarni, la mejor inversión que se ha hecho en Islandia en muchísimo tiempo ha sido la construcción de la carretera nacional 1, que da la vuelta a la isla por completo y que ha mejorado las comunicaciones entre núcleos poblacionales que durante décadas permanecieron aislados unos de otros.
Asimismo, tuvo buenas palabras para el actual presidente islandés, un hombre según él, que siente y defiende su país allá por donde va. Como el tema iba adquiriendo derroteros políticos, mi primo le instó a hablar sobre el controvertido alcalde de Reykjavík, aunque su respuesta se desvió al poco de comentar básicamente lo mismo que Tyffi nos había comentado el día anterior.


Por unos instantes, pareció que los pasajeros se habían animado a preguntar a nuestro conductor más cosas relacionadas con el país. La siguiente pregunta fue acerca del crecimiento del turismo después del volcán y la formuló una turista norteamericana. La respuesta de Bjarni fue un tanto ambigua: una especie de sí pero no. "Durante la erupción tuvimos muchas cancelaciones pirque nadie podía volar hasta aqui. Fue curioso porque dentro del país el tráfico aéreo nunca se interrumpió. los vuelos hacia el norte de la isla continuaron con normalidad, mientras Europa se veía muy afectada. Por esa razón tuvimos una gran disminución de visitantes.Ahora parece que el turismo se recupera y estamos creciendo de nuevo". Acerca de la procedencia d elos turistas que visitan el país, Bjarni señaló que el mayor número de ellos eran británicos y americanos, seguidos de nórdicos y canadienses. No obstante, el mercado chino está en alza.


El siguiente destino era Vík ý Mýrdal, o simplemente Vík, como llaman a este pueblo los propios islandeses. El lugar se caracteriza por la presencia en su costa de Reynisdrangar, tres enormes piedras afiladas que han dado origen a una leyenda, pues se cree que se trata de tres trolls que quedaron petrificados al ser sorprendidos por la luz solar. Asimismo, Vík es la poblacion de Islandia donde más ññueve aunque el verdadero riesgo de inundación vendría en caso de una erupción volcánica del Katla, por lo que sus habitantes hacen periódicamente prácticas de evacuación.
Reynisdrangar, desde el bar donde cenamos, en Vik ý Mýrdal.
Cenamos en Vík contemplando desde nuestra ventana las curiosas formaciones que son el auténtico símbolo de la localidad. En el interior de la estación de servicio, mientras encargábamos nuestra cena, conocimos a Virginia, una chica de Torrelavega que había estado haciendo el mismo recorrido que nosotros durante todo el día pero que hasta entonces, ya casi en la recta final del viaje, apenas nos habíamos percatado de su presencia.


Sin embargo, tenía una apariencia tipicamente hispana, con una larga melena morena y grandes ojos negros. Realmente aparentaa bastante menos de los 38 años que nos confesó. Viajaba sola, vivia en Roma y estaba de vacaciones, pero en breve regresaría a su lugar de trabajo en Ecuador. Apenas dos días después de nuestro regreso, ella planeaba volar desde Reykjavík hasta Copenhague, desde allí hasta Amsterdam, y finalmente arribar a Suramérica. Creo que dentro del nuevo continente no se le acababan los vuelos, debiendo hacer algún trasbordo más, pero de repente me invadió el desinterés ante tan inesperado y repentino bombardeo de información.


En los poco más de diez minutos que llevábamos tratándola, me dio la sensación totalmente contraria a la que pretendía transmitir, una persona insegura que parecía necesitar reafirmarse constantemente en su forma de ser.


Desde ese momento, ella se unió a nosotros un poco más, puesto que al día siguiente viajaríamos al mismo lugar, Akureyri, en el norte. Fue una coincidencia hacer juntos dos excursiones consecutivas sin haberlo planeado previamente. Además, parece ser que ambos reservamos nuestros viajes con tanta antelación que coincidimos en hacerlo allá por el mes de noviembre.


El Sol comenzaba a caer y la verdad es que ya empezábamos a desear volver a Reykjavík, pero aún nos restaban un par de paradas más. La primera en Laufskálavarða, un llano con extrañas formaciones de lava y la segunda, Seljanlandfoss, una pintoresca cascada parecida a tantas otras que habíamos contemplado durante el largo viaje, pero cuya singularidad radicaba en que se podía caminar por detrás de la misma. No obstante, Bjarni nos advirtió que resultaba imposible hacerlo sin quedar empapados, por lo que desistimos. El frío arreciaba, el Sol se despedía hasta un nuevo día, y mientras tanto, nos detuvimos junto a un banco estratégicamente emplazado para convertirse en testigo mudo de miles de fotografías.
Seljanlandfoss
A estas alturas, incluso Bjarni había detenido su discurso, dando paso a una especie de música tradicional islandesa. Al cabo de un par de canciones con tintes medievales, llegó el turno de Sigúr Rós, el grupo islandés con más éxito internacional del momento; y como no, no podía faltar Björk, la cantante más famosa de Islandia, y muy probablemente, el personaje islandés más conocido internacionalmente. "Conozco a Björk personalmente, es una buena chica, pero si pensáis que es rara, os puedo asegurar que es todavía más rara de lo que pensais. Mi padre le hizo algunas reformas en su casa del centro de Reykjavík"- comentó Bjarni.


Justo antes de volver a incorporarnos a la carretera nacional 1, el autobús se detuvo frente a un letrero que anunciaba las islas Vestmannaeyjar. Durante el trayecto de ida las pudimos divisar sin demasiadas dificultades, no muy lejos de la costa, pero en esta ocasión se antojaba imposible debido a que el tiempo había cambiado una vez más, hasta el punto que nos acompañó hasta Reykjavík una intensa lluvia alternada con nieve, siendo esta última especialmente intensa en los compases finales de nuestro viaje.


Una vez de vuelta, nos dejaron en nuestro hostal, compramos en un supermercado akýr y un plátano, y nos retiramos a descansar, pues el día quese nos avecinaba prometía ser casi tan intenso como el que acabábamos de concluir....


LAGO MÝVATN


El miércoles era el día que más temíamos en el sentido de que debíamos madrugar mucho después del larguísimo viaje de la jornada anterior. Sin embargo, al final del mismo, realmente no sentí un cansancio excesivo, pues aún me restaban muchas energías para seguir recorriendo este intrigante país.


El viaje comenzó con un pequeño contratiempo, ya que Haraldur, el taxista con el que había acordado desde España nuestro traslado hasta el aeropuerto, no dio señales de vida. Por tanto, decidimos llamar a otro taxi a través de la chica que se encontraba en la recepción del hostal y en cinco minutos nos llevó al aeropuerto local. Este aeropuerto no era el internacional de Keflavík, donde aterrizamos a nuestra llegada, pues se encontraba en plena capital y sus dimensiones eran considerablemente más reducidas.


Nuestro taxista era un hombre mayor, de aspecto afable y campechano, con un inglés aceptable. Nos comentó que esa mañana no sólo salía nuestro vuelo para Akureyri, sino que también había previstos vuelos para Sauðarkrokur y Vopnafjorður. Lo dijo en un tono distendido pensando que no íbamos a tener ni la más remota idea de donde se encontraban esos lugares, tratando de sorprendernos con su exotismo. La realidad era bien distinta, esbocé una pequeña sonrisa y fingí desconocer tan extravagantes destinos...


"Buenos días". Están fueron las primeras palabras de mi primo nada más entrar al aeropuerto, puesto que se encontraba absolutamente vacío. Sólo un par de empleados deambulaban por el interior del recinto. La cafetería estaba abierta esperando clientes, mientras que en el mostrador de facturación apenas había una chica despistada aguardando a los pasajeros.


El avión se situaba justo a nuestro lado, y a la espera de embarcar sólo estaba Virginia, la chica cántabra que habíamos conocido el día anterior. Tras el saludo de rigor, intercambiamos algunas impresiones sobre el país y la ruta que estábamos a punto de comenzar.


Poco a poco fueron llegando nuestros compañeros de viaje. En realidad, la mayoría llegaron pocos minutos antes del despegue, ignorando el tiempo de espera que en cualquier otro aeropuerto habría sido la tónica general. Y es que este aeropuerto era muy peculiar. A la ya consabia escasa presencia de personas, había que añadir la total ausencia de cuerpos de seguridad. No había ni un sólo policía en todo el aeropuerto, ni un vigilante de seguridad. Definitivamente, este aeropuerto funcionaría más bien como una estación de autobuses en España, no en vano, así conciben los islandeses el trayecto entre los puntos más equidistantes de la isla. Toman un avión como en España tomamos un autobús. La dura geografía local lo justifica.


Una vez llegado el momento de embarcar, lo único que tuvimos que mostrar fue nuestro billete, pero en ningún momento se nos requirió documento identificativo alguno. No estoy muy seguro de a que podría deberse, pero a la única conclusión que llego es a un exceso de confianza de la población islandesa en materia de seguridad.

Tomamos el vuelo rumbo a Akureyri, y en apenas 40 minutos llegamos a la capital del norte del país. Las vistas de la ciudad a los pies del fiordo Eyjafjörður eran espectaculares conforme el avión perdía altura para tomar tierra. El fiordo tiene 60 kilómetros de largo y las altas montañas que rodean a la población dotan a Akureyri de un clima más benévolo de lo que cabría esperar en estas latitudes, más si cabe si tenemos en cuenta que Akureyri se encuentra apenas a 90 kms del Círculo Polar Ártico. De hecho, aterrizamos con 4 grados centígrados, pero la sensación térmica era mayor que en Reykjavík.


Nada más bajarnos del avión nos esperaba un hombre con un cartel anunciando nuestra excursión. Se trataba de Trausti, un tipo de mediana edad que lucía una indumentaria más propia de un granjero local que de un guía turístico. Inmediatamente nos saludó y nos pidió que lo acompañásemos a su coche, donde aguradaban tres turistas más en su interior: una pareja de checos y una chica alemana.


Tras detenernos unos instantes en la oficina de tursmo local, pusimos rumbo al Lago Mývatn: "Akureyri es la segunda ciudad más grande de Islandia si no tenemos en cuenta a las poblaciones de alrededor de Reykjavík. Tiene 18.000 habitantes y cuenta con una bonita estación de esquí, puerto marítimo, Universidad y numerosos bares y tiendas que se sitúan en la calle principal" - fueron las primeras palabras de Trausti sobre su ciudad.
Akureyri
Cruzamos un puente de apenas 500 metros de longitud que conectaba una parte del fiordo con la otra. Emprendimos una leve ascensión hasta llegar a un pequeño puerto desde donde se contemplaba una bonita vista de Akureyri y su fiordo. Las casas se observaban diseminadas, dispersas, como si a la gente le incomodase vivir a menos de varios metros del vecino. Aqui se lo pueden permitir, pues hay espacio más que suficiente. Entre las casas, algunas de ellas de llamativos colores, destacaban el puerto donde suelen atracar ferries cargados de turistas y la iglesia Akureyrarkirkja.


Durante los primeros minutos del viaje, Trasuti nos introdujo brevemente en la historia de la ciudad: "Akureyri ha estado relacionada a lo largo de su historia con los daneses. Todavía hoy se conservan algunas casas que fueron construidas por ellos e incluso algunas tradiciones locales tienen origen danés".


El inglés de Trausti era con diferencia el menos fluido de los tres guías que habíamos conocido hasta el momento. Aún así, se expresaba con mucha soltura aunque con un fortísimo acento local.


La carretera por la que estábamos circulando suele presentar dificultades para la conducción en invierno, no en vano estábamos a las puertas del simbólico comienzo del verano islandés y la nieve aún se amontonaba a uno y otro lado de la calzada: "Durante el invierno no siempre es posible conducir por aquí. Incluso se puede cerrar la carretera por una tormenta de nieve y quedar los conductores atrapados. Eso no es un problema porque tenemos un complejo sistema en nuestras carreteras que pueden contar el número de coches que han circulado en un determinado tramo en los últimos diez minutos"- dijo Trausti al tiempo que se desviaba a mano derecha para hacer nuestra segunda parada.


Llegamos a una granja local, apenas a 20 minutos de Akureyri, donde vivían tres hermanas. Nos recibió una de ellas, de unos 50 años, servicial pero algo seria, quizás debido a que le adiviné cierta inseguridad a la hora de expresarse en inglés. De hecho, hasta en dos ocasiones se dirigió a nuestro guía en islandés para responder a algunas de nuestras preguntas. Ejemplo de ello fue el momento en el que Trausti le preguntó por el número de generaciones que habían vivido en la granja. Ella entendió la pregunta en inglés, pero prefirió contestar en islandés: "La granja lleva habitada siglos ininterrumpidamente, aunque ha sido habitada por diferentes familias".


La mujer nos esperaba con un termo de café y algo de bollería. Por alguna razón, decidimos no probar bocado, pero disfrutamos de un modestísimo museo en el que se exponían todo tipo de utensilios, desde trajes, botas y jerseys confeccionados por las propias granjeras, hasta una antigua máquina de escribir o una vieja bicicleta que colgaba en la pared. Con todo esto, lo más interesante de esta humilde sala expositoria fueron unos pequeños botines islandeses que se usaban antiguamente para subir las nevadas colinas circundantes. Eran aparentemente muy frágiles, por lo que unos gruesos calcetines se antojaban como inevitable complemento. "Efectivamente, estos zapatos no eran todo lo cómodos y calientes para sus dueños de lo que deberían ser" - apuntó Trausti, adivinando cierta sorpresa en nuestros rostros.


A continuación accedimos al interior de la granja donde estaban ordeñando algunas vacas. Los animales se disponían en fila y entraban uno tras otro en una máquina de tecnología francesa que se encargaba de extraer la leche mediante un moderno procedimiento que avisaba al granjero mediante un mensaje de texto cuando el proceso había finalizado. En la parte adyacente se encontraba el resto del ganado, destacando dos terneras recién nacidas: "Esta se llama Samba y esta Rumba, porque se movían mucho al nacer. La de la derecha tiene sólo dos días de vida" - apuntó Trausti.


Una vez en el exterior de la granja, nos detuvimos ante un camión de una fábrica de skýr que venía aqui para adquirir leche. El skýr es un producto láccteo típico islandés elaborado a base de yogur, cuyo contenido graso es muy bajo. Parece ser que la sede de la fábrica está en Akureyri, aunque se comercializa no sólo en el resto del país, sino que también llega a los países escandinavos y algunas partes del Reino Unido y Estados Unidos. Frente al camión, pastaban tranquilamente cuatro o cinco caballos, mientras que a lo lejos se podían oir algunas gallinas en un ambiente totalmente rural.


La granja quedó atrás pero poco después llegamos a uno de los lugares más destacados de la zona: Goðafoss  Se trata de una cascada cuyo nombre -"la cascada de los dioses"- se remonta al añño 1000, coincidiendo con la conversión al cristianismo de Islandia. Se dice que el representante del parlamento islandés arrojó por esta cascada las estatuas que representaban a los dioses paganos. Una vidriera de la catedral de Akureyri ilustra esta historia.
Goðafoss, la catarata de los dioses.
La cascada no es muy grande si la comparamos con otras de la isla, tiene una cañida de 12 metros, pero a una cierta distancia nos regala una imagen mmuy bella que contemplamos por espacio de unos diez minutos para acto seguido alcanzar nuestro vehículo, donde nos esperaba Trausti. El tiempo estaba siendo muy benévolo en comparación con lo que habíamos vivido en Reykjavík durante nuestros dos primeros días en el país. Las nubes seguían ganando la partida al sol pero a diferencia de la capital, la temperatura era  relativamente suave.


Conforme nos acercábamos a Mývatn el paisaje comenzó a cambiar, volviéndose áspero y los escasos árboles con los que nos habíamos topados, desaparecieron. En su lugar surgió el agua. Una concentración de agua helada que con el reflejo del sol adquiría tonos de varios colores. Apenas unos cuantos rayos de luz lograban traspasar las espesas nubes, pero un cielo despejado ene sta zona- sobre todo en invierno- debe obsequiarnos con una imagen sublime. Y es que durante la época invernal, Mývatn es uno de los mejores lugares para disfrutar de la Aurora Boreal, ese fenómeno lumínico que tié de colores los cielos de las regiones árticas.


Dejamos el coche junto a una cancela que atravesamos hasta subir a un pequeño montículo, desde donde contemplamos una panorámica general del lugar. A nuestros pies estaba el lago helado, donde en invierno se puede patinar pero que durante la fecha de nuestra visita y a pesar de seguir en gran parte helado, no se hacía seguro caminar sobre él como consecuencia del comienzo del deshielo. Detrás de las aguas se podían observar numerosos pseudocráteres y todavía más allá, se adivinaban pequeñas columnas de humo.


Mientras regresábamos a nuestro vehículo, entablé conversación con Simone, la chica alemana que nos acompañaba. Era de Berlín pero estaba estudiando en Reykjavík y aún le quedaban un par de meses para regresar a su país. "Sólo he estado una vez en España, fue en Canarias y este paisaje me recuerda un poco a un volcán que hay allí" - dijo en referencia al Teide.


Continuamos bordeando el gran lago hasta detenernos en un área de descanso estratégicamente situada a las puertas de Dimmuborgir, lugar famoso por sus extrañas formaciones rocosas de origen volcánico que han dado rienda suelta a la imaginacción de los islandeses. Sin ir más lejos, Trausti nos animó a que descubriéramos conejos, pájaros, una ardilla y hasta una pareja mirándose de frente. Después de visitar este lugar, uno termina por comprender de donde salen tantas ccriaturas fantásticas para la imaginación de los islandeses y por qué la tradición local identifica todas estas figuras con elfos y demás seres extraordinarios.
Curiosas formaciones en Dimmuborgir
El lugar se emplaza en un área laberíntica de la que difícilmente podría salirse sin la ayuda de un guia local. De repente, Trausti nos pidió un momento de silencio total: "¿Qué podéis escuchar?" - nos preguntó. "Nada" - respondimos. "Exacto. Eso es, absolutamente nada."-apostilló. Y era cierto, por un momento pareció que había perdido el sentido del oñido. Creo que fue el primer lugar en mi vida donde durante unos segundos no escuché ni tan siquiera el sonido de un despistado pájaro o el suave silbido del viento. Pasaron sólo unos segundos, pero el silencio se tornó insoportable hasta el punto que decidimos espontáneamente y casi al unísono, romper esa barrera de agobiante agonía...


Asimismo, antes de ellegar, Trausti nos prometió que nos enseñaría algo único en el mundo. Sin embargo, mis referencias sobre la zona, unido a la rimbombante forma en la que lo anunció, me hizo pensar que se trataría de algo no tan relevante como pretendía hacernos creer nuestro guía. Y en parte así fue, puesto que se trataba de una pequeña grieta que a los ojos de cualquiera pasaría totalmente desapercibida, pero que en realidad era el resultado de la separación de las placas continentales europea y americana. Trasti trató de dar una mayor emoción a la ocasión que teníamos de poner un pie en ccada uno de los dos continentes, pero su intento se vio minimizado por el hecho de que dos días antes habíamos estado en un puente que hacía justamente la misma separación, pero que se elevaba sobre una grieta de un tamaño considerablemente mayor.


Por otra parte, Dimmuborgir es el lugar de origen de los trece papás noel que tienen los niños islandeses, pero al contrario de los occidentales, estos curiosos y escurridizos hombrecillos no son ni mucho menos amistosos, puesto que tratan de robar e incluso llegan a golpear a las personas. No obstante, sin duda el peor de los personajes es su madre, una espeluznante mezcla entre ogro y troll. Los hombrecillos llegan de uno en uno y a diario desde trece días antes del día de la Navidad, y roban a las gentes según sus preferencias: leche, velas, comida... Cada uno de ellos tiene una debilidad: a uno le gusta robar leche, a otro el famoso skýr local, otros salchichas, carne... e incluso uno de ellos se asoma a las ventanas buscando robar cualquier cosa.
La primera noche en la que llega a las casas el primer hombrecillo es la del 12 de diciembre. Esa noche los niños islandeses ponen en las ventanas sus zapatos y si se han portado bien, les debería dejar alguna recompensa, pero si no han sido suficientemente obedientes podrían encontrar una patata. Esta versión islandesa recuerda bastante a la tradición española de los Reyes Magos, los regalos... y la patata en lugar del carbón.


Trausti comentó que este lugar adquiere una apariencia especial- casi fantasmagórica- durante los días de invierno previos a la Navidad, cuando a ambos lados de los estrechos caminos se sitúan antorchas que emocionan a los más pequeños que visitan la zona.


Abandonamos Dimmuborgir sin renunciar a reponer fuerzas en el cercano establecimiento junto al que habíamos aparcado. El menú que se ofrecía era más que limitado puesto que sólo se podía degustar una sopa local que hizo las delicias de más de un viajero, sandwiches y pan de geyser con trucha. Probé éste último pan, de color oscuro y de un sabor un tanto dulce. El hecho es que, tal y como apuntó Virginia, el mencionado pan llenaba bastante, hasta el punto de que ella no fue capaz de terminarlo.


La ruta continuó y se detuvo esta vez en Grjótagja, una especie de jacuzzi, tal y como lo describió Trausti. En realidad se trataba de una pequeña gruta cuya principal característica es que albergaba en su interior un río de agua caliente: "Este lugar llegó a se muy popular especialmente entre las parejas locales, pues se consideraba un sitio muy romántico y protegido del frío. De hecho, aquí se han engendrado muchos bebés"- destacó en tono jocoso nuestro guía, pero sin alterar su voz alta y pausado discurso.
Virginia, Nono y yo
A estas alturas del viaje, ya éramos conscientes de que acabaríamos la jornada tomando un baño en los ya no muy lejanos Baños Naturales próximos al Lago Mývatn, pero todavía nos restaban un par de sorpresas más en esta apasionante jornada. La primera de ellas era el cráter Viti, que en islandés significa "infierno" y que tuvo su origen en una fortísima explosión volcánica. A su alrededor se abría el paisaje hasta que la vista se perdía, pero la tranquilidad que evocaba la zona llana y nevada era enañosa, puesto que nos encontrábamos justo encima del volcán Krafla, uno de los más grandes de Islandia. Todo estaba cubierto de nieve, e incluso nuestro coche tuvo que atravesar un camino a cuyo paso quedaba estancada más de un metro de nieve a ambos lados de la calzada.
El cráter Viti
La segunda y última de las sorpresas que nos tenía preparadas esta remota región islandesa era Hverir, un conjunto de fumarolas de gran actividad y que proporcionaban al paisaje un aspecto surrealista. Por momentos, uno olvidaba que estaba en el planeta Tierra y es que, esta zona de Islandia es- según dicen- lo más parecido a la superficie lunar que existe en nuestro planeta.


El olor a huevo cocido nos resultaba familiar y en apenas diez munutos embarramos nuestras botas a pesar de las advertencias de Trausti. Fue algo molesto, pero la ocasión lo requería. Nos cruzamos con un español que nos tomó una foto mientras desaparecíamos entre las constantes nubes de humo que surgían desde el interior de la tierra.
Hverir
Fuimos los primeros en regresar al coche y también en tratar de limpiar nuestras botas, tarea harto complicada si se tiene en cuenta que estábamos rodeados de barro por todas partes. Para nuestro consuelo, no fuimos los únicos, puesto que tanto Simone como Virginia y la pareja de checos se presentaron con un calzado tanto o más sucio que el nuestro.


La excursión acabó en los Baños Naturales de Mývatn, abiertos durante el verano del año 2004. Se trata de una piscina de aguas geotermales que a simple vista se asemejaba a la Laguna Azul pero en realidad contaba con varias diferencias. La principal de ellas era lo poco masificado del llugar. Apenas una decena de bañistas campaban a sus anchas disfrutando de la calidez de las aguas. Es más, entre los escasos turistas, había muchos bañistas locales, cosa menos frecuente en la concurrida laguna azul.
Instalaciones de los baños naturales en Mývatn.
Por otra parte, Trausti nos dijo que las propiedades y caracteristicas de las aguas también eran diferentes y que personalmente él prefería estos baños. No en vano, no sólo se sumergió en sus aguas con nosotros, sino que confesó hacerlo con bastante frecuencia. "En efecto, vengo mucho por aquí, dos o tres veces por semana, principalmente en invierno. Pienso que es la mejor época para tomar un baño aquí, cuando la nieve cubre hasta las sillas que podéis ver al borde de la piscina. En verano vengo menos porque trabajo en el sur, haciendo de guía en excursiones en helicóptero por aquella zona. Yo no piloto, sólo acompaño a los turistas" - nos comentó.


Ante nuestras sospechas sobre los elevados precios de este tipo de excursiones, Trausti no quiso engañarnos: "Bueno, no son bbaratas, pero el añño pasado sobrevolábamos en helicóptero las llamas del volcán Eyjafjallajokull, así que pienso que en parte merece la pena" - se justificó.


Toda la conversación transcurrió en el interior del agua, relajados, cerrando los ojos cuando sentíamos tal necesidad. A veces se hacía el silencio repentino, para a continuación interrumpirse con nuevos comentarios: "¿De donde eres?"- pregunté a Trausti. "Soy de Akureyri" - respondió. "Entonces...¿podrías recomendarnos algún lugar donde podamos ver el partido de esta noche?" - continué.
"Bueno, en Akureyri hay muchoa bares y algunos muy buenos. Estoy seguro que pondrán fútbol, pero me temo que el fútbol que se verá será el inglés, porque hoy es el gran derby de Londres" -afirmó.
Casi dos horas de relajación total
La conversación se fue por derroteros más locales, concretamente en lo que a gastronomía se refiere: "Antes de ayer probamos la carne de tiburón. Hicimos un pequeño picnic con un café y tomamos comida local"- comentó mi primo. "¿En serio?¿Tiburón con café? ¡Un islandés no puede invitaros a probar el tiburón con otra bebida que no sea el Brenivín!- exclamó Trausti refiriéndose a la potente bebida alcohólica nacional.


"En Islandia hay algunas comidas que no se toman todos los días, sino en ocasiones especiales, pero se vende a los turistas como si formaran parte de nuestra dieta diaria. Por ejemplo, los ojos de cordero está deliciosos pero no se comen asiduamente" - puntualizó Trausti mientras su rostro quedaba parcialmente cubierto por el vapor que desprendía el agua.


"¿Es en Þorrablót cuando lo coméis entonces?" - pregunté. Trausti me observó con la ccara de quien adivina en el otro bastante interés por la cultura local y me recompensó con unas palabras sobre la fiesta a la que acababa de hacer mención: "Efectivamente, en Þorrablót es cuando se comen las cosas más tradicionales del país. Es una fiesta de origen pagano que se celebra en enero. Los islandeses creen que a veces, entre los sonidos del viento en invierno, se oyen las voces de los espíritus, y en esta celebración se reunen para degustar platos tradicionales, tal y como tu dices, entre ellos cabeza de oveja a la brasa y el Hákarl" - dijo en referencia al tiburón.


"¿Y qué me dices del Runtur?" - proseguí, animado por sus generosas y extensas explicaciones. "Ohhh, el Runtur ya no existe. Eso es antiguo. Consistía en que los chicos, en cuanto tenían edad para conducir, tomaban un coche, propio o prestado, y se dedicaban a circular a una velocidad reducidísima por el centro de la plaza del pueblo, dando vueltas sin un destino fijo. Pero eso ya se perdió"- respondió con una sonrisa.


Pasamos algo más de una hora y media y llegó el momento de salir del agua y dirigirnos al interior de las instalaciones para tomar una ducha y cambiarnos de ropa. Bajo el agua habíamos vivido los momentos más relajados de todo el viaje, sintiendo una especie de descarga de tensión que nos renovó las energías para el resto de los días que aún nos restaban en Islandia. Personalmente, puedo asegurar, que aquel baño en el Lago Mývatn fue la experiencia más relajante que he tenido hasta ahora en mi vida.
Antes de marcharnos, pudimos lavar a fondo nuestras botas y conseguir que el barro desapareciera al mismo tiempo que tomamos un rápido café junto al resto de nuetsros compañeros. Trausti parecía tener prisa, y sólo nos dio cinco minutos para temrnar con el revitalizante café.


AKUREYRI


Una vez que llegamos a Akureyri, nos bajamos en la puerta de la oficina de turismo. Cuando nos despedíamos, Trausti tuvo un detalle digno de agradecer y que mostró muy a las claras que él había disfrutado del viaje casi tanto como nosotros: "Os deseo mucha suerte y espero que podáis ver el partido. Si no, apuntad mi número de teléfono, llamadme y os podéis venir a mi casa para ver el partido con una cervezas" - fue la sorprendente propuesta final de nuestro guía.

Café Paris, en la calle principal de Akureyri
Virginia y Simone se vinieron con nosotros, puesto que la primera todavía tardaría dos horas en coger su vuelo de regreso a Reykjavík, mientras que la chica alemana pasaría un par de días más en la capital del norte. Por tanto, antes de llegar al hostal donde pasaríamos la noche, nos detuvimos en el Café Paris, la cafetería más reconocible y fotografiada de la ciudad, y también una de las más cómodas y con mayor oferta para comer, principalmente bollería y dulces.
Virginia, Simone y yo
Nos sentamos en un rincón, justo al lado de un matrimonio con sus dos hijas pequeñas. La mayor nos encandiló con sus penetrantes ojos azules acompañados con una mirada de lo más inocente. Su tímida sonrisa dejaba entrever la ausencia de varios dientes, al tiempo que su hermana pequeña demostraba estar más preocupada por batallar con su madre por la comida, que de prestar atención a los cuatro turistas de la mesa contigua.


Al cabo de un rato, Simone y Virginia repararon en una larga conversación entre ellas que mi primo y yo aprovechamos para justificar nuestra marcha. Aún no era demasiado tarde, pero estábamos cansados y todavía debíamos alojarnos en nuestro hostal. No fue difícil encontrarlo, e inmediatamente llamamos al timbre. Nos atendió Elín Antonsdóttir, la dueña de la casa, quién nos abrió la puerta desde algún lugar cercano, puesto que en menos de cinco minutos se presentó en el hostal para darnos la bienvenida.
Nuestro hostal, el Gula Villan, en Akureyri
El nombre del hostal era Gula Vilan, que en islandés significa "casa amarilla", una casa de madera acondicionada para albergar huéspedes, que constaba de dos plantas. La casa en general estaba muy ordenada, y nos llamó poderosamente la atención el hecho de que justo en la entrada tuviéramos que descalzarnos para poder acceder al interior de la vivienda. Se trata de una costumbre arraigada en Islandia, pero hasta ese momento pensé que únicamente se practicaba en las casas particulares, puesto que en nuestro hostal de Reykjavík en ningún momento se nos instó a cumplir con dicha tradición.


"Bienvenidos, mi nombre es Elín Antonsdóttir, que en islandés quiere decir que soy la hija de Anton. Soy islandesa, ¿de donde sóis vosotros?"- fueron sus cálidas palabras en contraste con el cierto tono de seriedad que trasmitía su imagen. Elín era una mjer madura, que hablaba un correctísimo inglés expresado de una forma exageradamente pausada. Hasta el punto que, por momentos, podría haber llegado a desesperar si la conversación se hubiera alargado lo más mínimo.
Interior del Gula Villan
La planta baja de la casa consistía en un coqueto salón de estar presidido por una ordenada mesa. Justo al lado de una muy bien acondicionada cocina, se situaban unas escaleras que conducían a la parte superior del edificio, donde se hallaban las habitaciones de los huéspedes. A mano derecha quedaba el baño, y nuestra habitación se encontraba al final del pasillo. Había dos ventanas muy grandes que proporcionaban gran cantidad de luz, algo que no se preocuparon de contrarestar con alguna cortina o persiana.


Descalzándome en la entrada al hostal
Una vez instalados en nuestra habitación, decidimos buscar un bar donde pudiéramos ver el partido de fútbol más importante de España. Sin embargo, para nuestra sorpresa, todos los lugares que encontramos retrasnmitían el partido de la liga inglesa. Finalmente optamos por tomar un par de cervezas en Cafe Amour, donde nos aseguraron que conectarían con la segunda parte de nuestro partido una vez hubiera finalizado el encuentro de la Premier inglesa. En una de las mesas del bar había una pareja catalana que se alojaba en nuestro mismo hostal, pero lo máximo que intercambiamos fue un par de saludos.


Subimos a la planta de arriba y allí había una pantalla de considerables dimensiones donde se podía seguir el partido con mucha más comodidad. La sala estaba ocupada por un grupo de hombres de mediana edad, una chica joven y un niño. Todos parecían tener sus preferencia, pero en realidad la impresión que me dio es que aplaudían cualquier jugada y a cualquier jugador.
Dos buenas cervezas locales: Polar y Gull.
Tras el encuentro, entramos en un local donde había música en directo. Era un grupo islandés un tanto peculiar. Estaba liderado por un hombre bastante obeso, con aspecto desaliñado pero con una gran voz. Junto a él, un par de músicos que hacían las delicias de los presentes, distribuidos en mesas frente al escenario. El grupo lo completaban una serie de trompetitas muy jóvenes, algunos de ellos quizás no habrían llegado ni siquiera a la mayoría de edad. La velada era agradable, pero con el paso del tiempo se fue convirtiendo en algo más monótona, por lo que decidimos probar suerte en otro local. Craso error, puesto que la gente en Islandia sale a los bares incluso más tarde que en España. El motivo radica en que al ser el alcohol tan excesivamente caro, la gente aprovecha para beber en sus casas junto a sus amigos y apenas consumir un par de copas en los bares, donde se dedican principalmente a charlar y bailar.
Actuación de un grupo musical local en Akureyri
Mientras deambulábamos por la calle, un par de tipos nos preguntaron por algún lugar interesante. Curiosamente estábamos buscando lo mismo, la diferencia era que nosotros veníamos de España y ellos desde Reykjavík. Eran islandeses, y decidieron acercarse a Akureyri aprovechando las vacaciones. Al final, hicimos una búsqueda común y acabamos toda la noche con ellos.
Haciendo amigos en la noche de Akureyri

ALREDEDORES DE AKUREYRI EN EL PRIMER DIA DEL VERANO


Había amanecido un día espléndido y muy soleado en Akureyri. En la calle se observaba bastante gente, grupos de chicos jóvenes, turistas y, por supuesto, familias con sus pequeños retoños. Nadie quería desaprovechar la ocasión para disfrutar de un día así. Abandonamos el hostal Gula Vilan y justo cuando lo hacíamos, coincidimos con Elín: "Feliz primer día del verano"- nos dijo. "Hoy es el primer dia del verano en Islandia y aquí es costumbre saludar así a todas las personas que te encuentras este día. Por cierto, hoy esperamos a un grupo de nueve españoles" señaló. Este saludo contrastaba muy a las claras con la bienvenida navideña que nos dio Tyffi tres días atrás, clara muestra de hasta que punto puede cambiar la climatología en Islandia de un día para otro, o incluso de un instante a otro.
Desayuno en Café Paris.
Fuimos a desayunar de nuevo a Café Paris, que a falta de mejores opciones en la ciudad, se había convertido en nuestro lugar favorito. Justo frente al café, se ubicaba una librería que también hace las veces de cafetería. A través del cristal observamos a Simone estudiando mientras daba cuenta de un café.


Nosotros decidimos entrar a nuestra cafetería, desayunamos junto a una ventaba contemplando el paso de la gente y en poco más de 20 minutos nos dirigimos al lugar donde íbamos a encontrar a Anna nuestra guía del día, que nos esperaba con puntualidad. Era una mujer entrada en kilos y muy amable. Su tono de voz transmitía seguiridad en todas y cada una d elas cosas que nos comentaba. Dijo se eslovena, y su compañera en la agencia de viaje era de origen indio, por lo que me resultó un tanto llamativo que dos extranjeras se dedicaran a enseñar el país a los turistas. Sin embargo, al cabo de muy poco tiempo, me dio cuenta de que Anna tenía muchísimas cosas que ofrecer, contar y enseñarnos después de los más de 20 años que llevaba viviendo en Islandia.
Restaurante Bautinn
"En tiempos de la colonización llegó a este fiordo Helgi el flaco, que se estableció en esta zona. Sin embargo, la población de Akureyri no surgió hasta varios siglos después." - señaló.


Tomamos la carretera bordeando el fiordo durante unos kilómetros. Anna conducía de una forma muy pausada y nos explicaba que el lugar por donde estábamos pasando era apto para la agricultura, y que se sembraban principalmente patatas: "Los inviernos suelen ser duros en Akureyri, sin ir más lejos, este invierno ha sido especialmente duro, y durante tres o cuatro días estuvo cortado por la nieve el servicio de autobús urbano y muchas carreteras".
Paisaje montañoso en el norte islandés
También observábamos numerosas casas de madera esparcidas en las laderas de las montañas, muy parecidas entre sí. Eran residencias de verano de la población local que en ocasiones eran alquiladas a los turistas. "Akureyri ha sufrido menos la crisis económica de 2008 que Reykjavík. Aquí se han dejado muchas menos casas por construir, todo lo contrario que ne la capital".- comentó.


"¿Es cierto que en Islandia no hay osos polares?" - pregunté. "Efectivamente, pese a lo que mucha gente piensa, aqui en Islandia no viven osos polares. Lo que si es cierto es que en los últimos años han llegado hasta la isla tres o cuatro osos polares en bloques de hielo a la deriva desde Groenlandia. Estos bloques de hielo se desprenden a causa del deshielo y algunos terminan lleando a la costa islandesa. Tras unos días a la deriva, los osos llegan a Islandia, y esto los hace especialmente peligrosos porque una vez que pisan tierra firme llegan desorientados y muy hambrientos. Diría que son capaces de comerse cualquier cosa que se mueva. El primer oso del que se tuvo constancia lo mataron de inmediato, pero la reacción de los ecologistas hizo que con la llegada del siguiente se intentara actuar de forma diferente, pero el final fue el mismo. Del último que se recuerda apenas se tuvieron noticias, por lo que muy probablemente el animal corrió la misma suerte que los anteriores"- dijo Anna.


Curiosamente, apenas una semana después de nuestro viaje, saltó la noticia de la llegada de un nuevo oso polar a los fiordos del oeste del país, no demasiado lejos de donde nos encontrábamos. Y para variar, el destino del animal fue el mismo de siempre, ya que cayó abatido.


Sobre la proximidad con Groenlandia, Anna dijo que ella sólo la había visitado en una ocasión, pero que conocía gente que vive allí y que su agencia de viajes organizaba en verano excursiones desde Reykjavík de un sólo día a la isla más grande del mundo.
Granja Laufás
Realizamos una ligera ascensión y nos detuvimos para contemplar una bella estampa de Akureyri, similar a la que habíamos observado el día anterior con Trausti. A continuación, seguimos hasta Laufás, una granja de cierta importancia histórica y que se conserva casi exactamente a como era originalmente. En realidad se trata de tres o cuatro casas con sus techos cubiertos de césped, y junto a ellas, se alzaba una modesta iglesia construida en 1865. Accedimos a su interior y todo estaba preparado para la mida del día siguiente: Viernes Santo.


"Normalmente no se celebran muchas misas en esta iglesia, pero mañana es un día especial y todo está listo para la ceremonia" - comentó Anna, que acto seguido tomó uno de los cuadernos que estaban distribuidos en los bancos para mostrarnos como funcionaba la cosa: "¿Véis aquellos números? Pues bien, corresponden a la página donde aparece el canto que se debe entonar en cada momento. ¿Conocéis este? Os debe sonar, es una canción muy famosa"- nos aseguró.


Ante nuestro asombro, comenzó a cantar con una voz tremendamente dulce. Consciente de poseer una magnífica voz, agotó la melodía hasta el final, quizás esperando un merecido halago por nuestra parte.
Grenivík, pequeño pueblo al norte de Akureyri
Nuestra siguiente parada fue Grenivík, un típico y diminuto pueblecito islandés, es decir, espacioso y desordenado en su urbanismo, y a los pies de una hermosa montaña nevada que superaba los mil metros de altitud. La mayoría de sus calles, excepto la principal, estaban sin asfaltar, y las casas se esparcían a una considerable distancia unas de otras. Con apenas 200 habitantes, el pueblo se encuentra a orillas del fiordo Eyjafjörður y justo frente a la población se podía divisar la isla de Hrísey, apenas habitada en invierno, y que alberga a antiguos residentes procedentes de Reykjavík y Akureyri durante sus suaves veranos.
Fiordo Eyjafjörður
Ascendimos por un angosto carril sin asfaltar a la cima de una colina desde donde se disfrutaba de una bonita panorámica de Eyjafjörður y poco después abandonamos Grenivík, donde me invadió una sensación de gran aislamiento, con diferencia, la mayor de todo el viaje. Ni siquiera la zona del lago Mývatn, tan solitaria y deshabitada, me hizo sentir tan aislado como este diminuto pero bello pueblo del norte de Islandia. Es más, la carretera se perdía si se continuaba hacia el norte, por lo que la única opción que había era volver hasta Akureyri, principal núcleo de comunicaciones del norte de la isla. Aún así, continuamos un poco más nuestro camino hacia el norte, hasta llegar a una granja donde nos recibió una mable señora, aunque no excesivamente habladora. Un amigable perro nos dio la bienvenida. Todo era tremendamente rural. Era auténtico. Entrañable. Nada de artificiales granjas convertidas en museos ni nada por le estilo. Nos invitó a pasar al interior de la casa, no sin antes descalzarnos a la entrada. Nos acomodó en una mesa de su salón que tenía preparada con café, tarta casera y galletas.
Café y galletas con una hospitalaria granjera local
Compartimos una amena charla por espacio de media hora en el que el tema estrella fue el festival de Eurovisión. Los islandeses son, por lo general, bastante aficionados a este programa. Asimismo, preguntamos a la señora por la vida en la granja y el número de animales que poseía: "Tengo conejos, perros, caballos, ocho gatos y trescientas ovejas. Lo único que no tenemos aqui son vacas. Mi marido este año no puede esquilar él sólo a las ovejas, así que por suerte, este año contamos con dos hombres jóvenes que se están encargando del trabajo. Si queréis, ahora podemos asomarnos para ver como lo hacen. Pienso que con dos hombres, en un par de días habrán terminado con todas las ovejas" - comentó aliviada la mujer.
Entrada a la granja
Pasamos al interior de la granja donde estaban esquilando a las ovejas, puesto que el verano se acercaba, no en vano, nos encontrábamos en el simbólico primer día estival en Islandia. Dentro de la granja había unas ocho personas trabajando. Los dos hombres se afanaban por hacer su trabajo con rapidez y eficacia, mientras que cuatro mujeres les ayudaban a trasladar a las ovejas. No parecía un trabajo fácil ni mucho menos. Una de las chicas sudaba y mostraba síntomas de agotamiento. Junto a ellas se postraba sobre una pared un pequeño niño que no quitaba ojo al trabajo de los mayores.


Esquilando a las ovejas
Había un hombre que parecía coordinar todo, era el que ayudaba en momentos concretos a las mujeres cuando había que trasladar a un carnero rebelde. Lo que todos tenían en común era que podían expresarse en inglés y entablar una conversación con nosotros, lo que demuestra lo preparados que están la mayoría de los ciudadanos islandeses, ya sean granjeros, pescadores o guías turisticos.
El resto de la granja albergaba más animales, aunque sin lugar a dudas, las ovejas eran ñas que acaparaban el mayor protagonismo. Conejos, gatos y sobre todo, caballos, convivían en un habitáculo contiguo. El caso de los caballos era especial, pues según nos dijeron, tenían algún tipo de trastorno que les impedía ser domados. En apariencia no presentaban anomalía alguna, pero el problema les hacía estar permanentemente postrados en los establos.
Anna nos dijo que ella hablaba islandés fluido, aunque reconoce que algunas vecs desconoce el significado de algunas palabras: "El islandés es un idioma que apenas ha cambiado a lo largo del tiempo. Es más, hoy en día cualquier islandés podría leer viejas sagas de la Edad Media sin excesivas dificultades. Es cierto que algunas palabras han cambiado su significado, pero no ha habido cambios sustanciales en la lengua islandesa.. Yo hablo islandés de forma fluida, pero en ocasiones hay palabras que debo preguntar su significado porque las desconozco"- afirmó.


Ya de vuelta a Akureyri, Anna nos dijo que los habitantes de la granja que acabábamos de visitar y sus alrededores, debían desplazarse a Grenivík para las compras básicas como el pan, pero si querían abastecerse de casi cualquier otra cosa debían ir hasta Akureyri un par de veces por semana. Antes de terminar nuestra interesante ruta, subimos hasta Hlíðarfjall, una de las pistas de esquí más populares del país. Incluso mucha gente de Reykjavík visita estas instalaciones en deprimento de la estación de esquí de la capital. La pista no era muy grande, pero estaba muy concurrida, no en vano, era día festivo en el pais. Muchos esquiadores, madres jugando en la nive con sus retoños y una animosa música de fondo completaban el paisaje.
Estación de esquí  Hlíðarfjall, en Akureyri
Por fin regresamos a Akureyri. Anna nos dio las gracias y nos condujo a nuestro hostal, donde previamente habíamos dejado nuestras maletas. Antes de recogerlas, volvimos a la calle principal del pueblo y entramos en Eymundsson, una librería muy popular en todo el país. En este lugar la gente se reune para leer y tomar café. Se pueden consultar cualquier tipo de libros o revistas que estén a la venta sin tener que pagar precio alguno por ello, mientras disfrutas de tu bebida preferida. Las estanterías tenían libros indistintamente en inglés e islandés, lo cual incentiva los hábitos d electura de los islandeses en cualquiera de los dos idiomas. Permanecimos allí por espacio de dos horas mientras esperábamos ques e acercase el momento de ir al aeropuerto y tomar el vuelo de vuelta hasta Reykjavík.
Akureyrarkirkja
Tomamos un taxi que nos cobró un precio superior al habitual al tratarse la tarifa de dia festivo, y en unos escasos cinco minutos ya estábamos allí. El único contratiempo fue que recibí un mensaje en mi teléfono comunicándonos que nuestro vuelo se retrasaba 45 minutos. La razón era el fortísimo viento que sufrimos durante el vuelo, pues puedo afirmar que durante el trayecto sufrimos bastantes turbulencias, hasta el punto que se me llegó a derramar el café en pleno vuelo...
El piloto comprueba el estado del avión
Al fin llegamos a Reykjavík, compramos un par de skýr en el supermercado y tomamos una ducha. Salimos un rato ara cenar y visitamos el English Pub, donde había música en directo, aunque todos los bares cerraron a medianoche ya que comenzaba el Viernes Santo.


EL CÍRCULO DORADO


Encaramos nuestro último día como los anteriores: madrugando. La diferencia radicaba en que personalmente, encontraba menos emocionante este día en comparación con los demás al dirigirnos a lugares que yo ya había visitado con anterioridad. De todas formas, los tres principales atractivos de esta excursión forman parte de los lugares más famosos del país. No en vano, alguno de ellos - como el geyser- constituyen un auténtico símbolo nacional.


Comenzamos saliendo en la misma dirección que días atrás habíamos tomado en otras excursiones. Dejamos a un lado de la carretera un curioso montaje para concienciar a los conductores sobre las consecuencias de la irresponsabilidad al volante. Había dos coches accidentados elevados cual cartel anunciador y con un lema en islandés. Mezcla de campaña de concienciación con obra de arte vanguardista.
Alcanzammos Hveragerði e hicimos una parada en este pueblo famoso por sus invernaderos. Habíamos pasado por allí hacía un par de días, pero en esta ocasión nos detuvimos una media hora. No me gustó en absoluto, puesto que se trataba de una parada absolutamente consumista. Nos dejaron al lado de un supuesto invernadero en cuyo interior en lugar de plantas, había souvenirs de todo tipo y una cafetería, donde algunas personas degustaban un muy poco apetecible helado.
Skálholt
Retomamos nuestro viaje y me encontré con una agradable sorpresa. Nuestro siguiente destino iba a ser Skálholt, una de las iglesias de mayor importancia histórica del país, y que no había visitado previamente. Su exterior es bastante simple y su interior es austero, pero pudimos contemplar el manuscrito de la Biblia más antigua del país, que data de 1582. También se hallaba en una de sus paredes una lista de todos los obispos que ha tenido esta sede religiosa. Renunciamos a bordear el templo por su zona exterior debido a las inclemencias meteorológicas. El viento se volvía insoportable por momentos y una fina lluvia mantenía nuestras ropas constantemente húmedas.
Continuamos en dirección a Gullfoss, dejando atrás Geysir, a donde volvíamos una vez visitada la famosa ccatarata. Gullfoss, cuyo nombre significa "catarata dorada", se sitúa en el cañón del río Hvíta. Sin embargo, y aunque es una de las mayores atracciones del país, apenas pude disfrutarla debido a la incesante lluvia. Pese a ello, cientos de personas caminaban a través del angosto sendero que conducía al corazón de la cascada.
Gullfoss, la cascada dorada
Volvimos hacia atrás en dirección a Geysir, donde decidimos comer antes de visitar el monumento atural más famoso del país. Cuando me disponía a pagar mi comida- con tarjeta de crédito porque las coronas ya se nos habían agotado- la cajera me dio las gracias en español. "De nada. ¿Hablas español?"- le pregunté. "Sí, viví tres meses en Málaga donde estudié español" - me contestó. Esto demuestra el tremendo espíritu viajero del pueblo islandés, quizás una herencia de sus antepasados vikingos, puesto que no es fácil encontrar a algún islandés que jamás haya salido de la isla. Y es que no es nada extrañño conocer islandeses que hayan pasado largas temporadas en Suramérica, África, la India o por supuesto, España, aunque nuestro país es concebido más bien como un retiro vacacional de sol y playa más que como un lugar exótico. Mientras dábamos cuenta de nuestro almuerzo, identificamos a algunos españoles, lo cual sin dejar de ser extraño por la lejanía del país, puede llegar a ser entendible si tenemmos en cuenta que nos encontrábamos en el lugar más visitado de Islandia.
Salimos al exterior dispuestos a contemplar el Geysir, y anque la lluvia continuaba desluciendo nuestra visita, pudimos contemplarlo en todo su esplendor. El geysir principal rara vez entra en erupción, por lo que el más popular es el Strokkur, otro geysir que sí erupciona regularmente, cada cinco o diez minutos. A su alrededor se agolpaban decenas de personas cámara en mano, dispuestas a conseguir la mejor insttantánea. Un grupo de adolescentes británicos amenizaba el momento con cánticos y vociferios, mientras que turistas de todos los rincones del mundo observaban maravillados las repentinas erupciones e imediata evaporización del agua.
Strokkur
Todavía restaba una última parada antes de volver a Reykjavík, pero a decir verdad, sentíamos que ya habíamos tenido suficiente, no sólo en esta visita, sinoa lo largo de todo el viaje. Era vviernes, y apenas nos restaban unas horas para emprender el camino de vuelta a casa. Aún así, nos detuvimos en Þingvellir, lugar famoso porque en este valle se fundó en el añño 930 el AlÞingi, una de las instituciones parlamentarias más antiguas del mundo. El conductor del autobús nos abandonó a nuestra suerte a la entrada y nos citó en la otra parte de la explanada una hora y media después. "Nos vemos a las cuatro en América"- exclamó el conductor en referencia a la parte de la placa tectónica donde nos recogería.
                                       
                                                                                     Þingvellir
Debo reconocer que no disfrutamos el paseo en absoluto. Iniciamos una ascensión hasta la cima donde nos esperaba el autobús, y por suerte dimos con una tienda de recuerdos donde logramos resguardarnos del frío y el viento. Durante nuestro rápido trayecto por la famosa explanada del antiguo parlamento, observamos una espectacular expulsión de agua que no ccreo recordar haber visto en mi primera visita. Esto se explica en el sentido de que cuando visité este lugar por primera vez fue durante el mes de junio y el tiempo era estable, desprendiendo el paisaje verdor por todas partes. Sin embargo, esta vez, y como consecuencia del lógico deshielo motivado por el cambio de estación, las aguas corrían torrenciales bajo un gran puente de madera, al tiempo que el aisaje era menos colorista y más áspero. Por tanto, prefiero quedarme con la primera impresión que me dio este bello lugar y no con el poco partido que pudimos saccarle durante esta visita.
Barco vikingo, en Reykjavík
Al regresar a Reykjavík, pedimos al conductor del autobús que nos dejara cerca del Hotel Leif Eiriksson, para poder visitar dos de los monumentos más fotografiados de la capital islandesa. El primero al que llegamos fue el monumento del barco vikingo. Bajamos una calle y en cuestión de cinco minutos ya estábamos junto a él. La imagen que desprende el monumento me resulta difícil de describir, pero da la impresión de que el barco cambia de tonalidad dependiendo de la luz que reciba, lo cual me parece fascinante.

Hallgrimskirkja, en Reykjavík
Asimismo, volvimos a subir la calle para llegar a Hallgrimskirkja, la iglesia más alta de la ciudad, y desde donde se contemplan unas hermosas vistas. Al tratarse del Viernes Santo, había una ceremonia religiosa en el interior del templo, aunque para nada estaba concurrido, es más, me atrevería a afirmar que hab´´ia más curiosos que fieles.


Tomamos la calle Laugarvegur - la más comercial de Reykjavík- y aunque la mayoría de los comercios estaban cerrados, logramos encontrar una tienda de recuerdos abierta. Mi primo se quedó realizando algunas compras mientras que yo opté por ir a descansar al hostal y tomar una ducha.


Principal calle comercial de Reykjavík
Al final de la tarde quedamos con una joven pareja local para cenar en un bar de tapas español. Ambos hablaban castellano, pero mientras que él conseguía expresarse a duras penas, ella lo hacía con total fluidez debido a que había estudiado durante tres años en Alcalá de Henares. Ragnhildur, que era el nombre de ella, era una chica de apariencia frágil, delgada, usaba gafas y su color de pelo no era rubio, aunque si algo claro. Por su parte, su novio era un chico alto, fuerte y al igual que ella, de aspecto intelectual.
"La verdad es que eso que dicen de que Alcalá de Henares es Patrimonio de la Humanidad lo dirán por dos calles, porque donde yo vivía era un sitio feñisimo. Lo escogí porque pensé que no estaba muy lejos de Madrid y podía ser un sitio tranquilo, pero al final estaba mucho más lejos de lo que creía"- fue lo primero que nos dijo Ragnhildur.
Asimismo, su español se vio reforzado por haber pasado un tiempo en Perú, o el Perú, tal y como ella decía: "Bueno, allá en el Perú la gente decía que tengo acento de España, pero en España me dicen que tengo acento del Perú, así que no se a quien creer"- apuntó entre risas.


Mientras tanto, su novio trataba de practicar su escaso castellano. No hablaba poco porque se le diera mal ni mucho menos, pues era capaz de hablar de forma fluida hasta cinco idiomas: "Bueno, yo hablo islandés, por supuesto, inglés, danés, noruego y un poco de español. En realidad el inglés y el danés lo aprendemos en la escuela, y el noruego si eres islandés lo puedes llegar a comprender, porque no es muy diferente"- dijo en tono modesto.
La mesa ya estaba servida, y mi primo se atrevió con la carne de frailecillo de enntrante y con la ballena como plato estrella. Se ve que no había tenido suficiente con el tiburón o el hígado de cordero...
"Me gusta este lugar, pero al contrario que en España, aqui un bar de tapas español es un sitio más bien exclusivo, además de una imitación...en España cualquier bar te sirve tapas, aqui lo tenemos como algo diferente, más bien lujoso"- dijo Ragnhildur.


Eso sí, tras vivir en España, era capaz de distinguir un verdadero restaurante español: "Vaya, vosotros venís de España a Islandia a meteros e una imitación islandesa de bar español. Aquí lo único español es el nombre, porque ningún camarero habla español"- dijo en referencia a la guapísima camarera islandesa que nos acababa de atender.


"¿Qué diferencias notaste en España con respecto a tu país?" - le pregunté. Ragnhildur contest´´o casi sin pensarlo: "¿A parte del clima? El agua. Para mi era frustrante no poder pasarme horas y horas debajo del agua caliente en la ducha porque aqui en Islandia la tenemos casi gratis".


A continuación fue mi primo quién intervino: "¿Y has visto alguna vez una corrida de toros?".
"En directo no, pero yo al principio no sabía que mataban al animal. Es horrible"- fue la previsible contestaión de alguien que vive en un país tan lejano como ecologista.


Poco a poco me fui atreviendo con mis conocimientos históricos del país. "Bueno, yo he leído mucho acerca de los vikingos y de la colonización de Islandia, pero lo que a mi realmente me interesa son los papar" - aseveré. "¿Los qué?"- interrumpió mi primo.


"Oh, sí, los papar" - respondió ella al tiempo que traducía a su novio en islandés. "¿Crees que realmente existieron? No estoy seguro pero me gustaría pensar que si" - continué.


"Bueno, no existen pruebas arqueológicas que lo demuestren pero yo también pienso que antes de la llegada de los vikingos a esta isla habitaron aqui monjes irlandeses y escoceses que buscaban retiro espiritual pero con la llegada de los vikingos, la mayoría fueron asesinados y los más afortunados consiguieron huir de la isla" - señaló Ragnhildur.


La conversación se ponía interesante y fue entonces cuando indagué en el verdadero origen de la actual población islandesa. "Sí, es cierto, no hace mucho se publicó un estudio que revelaba que un porcentaje alto de mujeres islandesas tienen un origen celta, mientras que la mayoría de los hombres son originarios de Noruega. Esto se explica porque los vikingos trajeron consigo muchos esclavos procedentes de Irlanda y Escocia, y la mayoría eran mujeres y niños".


Para terminar con nuestra conversación acerca de historia, mencioné a Ingolfur Arnason, aunque los datos que Ragnhildur nos proporcionó ya los conocía: "Hace unos años, mientras construían un hotel aqui en el centro de Reykjavík, encontraron restos de lo que fue la casa de Ingolfur, el primer habitante de Reykjavík. Hasta entonces se había pensado que todo podía tratarse de una invención literaria, pero las pruebas de ccarbono 14 que se hicieron, dataron el hallazgo alrededor del añño 871, dos años más o menos. Por eso hay un museo justo al lado del hotel llamado +-871. De todas formas creo que hay muchos detalles que no se ajjustan a la realidad, porque si lees con detenimiento la historia, puedes comprobar que Ingolfur es radicalmente diferente a su hermano. Uno es bbueno, buenísimo, y el otro es malo, malísimo"- comentó en torno a la figura del primer poblador de Reykjavík y la descripción de su relación con su hermano, que recordaba a la bíblica entre Caín y Abel.


La velada se acercaba a su final, nos dirigimos a la caja, donde cada uno pagó exactamente lo que había consumido. Los cuatro con tarjeta de crédito, y es que en Islandia su uso está extendido absolutamente para todo. Nos despedimos y fuimos en busca de Virginia, que se encontraba en el otrora famoso Bar de Hielo. Nada más entrar por la puerta allí estaba ella. Sola, cerveza en mano y sentada con las piernas cruzadas en un sofá. Sonrió y nos invitó a sentarnos con ella. El día anterior había sido su cumpleaños y lo hab´´ia pasado sola en la Laguna Azul. "Ha sido increible, me lo he pasado genial. Y vosotros chicos, ¿que tal?¿Habéis ligado mucho?" - fueron sus palabras.


"Nosotros hemos visitado hoy el Círculo Dorado, pero la verdad es que de todas las excursiones que hemos hecho esta semana ha sido la más abburrida, pero hay que ir porque visitas los sitios más conocidos del país" - comentó mi primo.


"Yo eso lo hago mañana, pero si es tan aburrido como decís, pues me dormiré un poco en el autobús"- comentó Virginia, ara posteriormente hacer un inciso sobre su inminente final de vacaciones. "Por desggracia, ya se me acaban las vacaciones. Este país es increíble, único. Pero ya el domingo tendré que tomar un velo para Copenhague, luego enlazar con Amsterdam, y de allí a Quito"- comentó haciéndose la interesannte, algo que a estas alturas ya no nos pillaba por sorpresa.


Cuando la charla empezó a adquirir un caracter político, opté por desviar la conversación ante el profundo rechazo que me provocan dichos temas. Además, al instante recibí una llamada. Era Anna, otra chica islandesa con la que íbamos a reunirnos para tomar una bebida y conversar. Para mi sorpresa, me habló en un inmejorable castellano. Apenas se podía notar un ligero acento. Me dijo que iba a estar en Laugabraut, pero ante mi total desconocimiento acerca de la ubicación del local, decidió venir a buscarnos.


Ice Bar, el Bar de Hielo
Ella no tenía idea de donde estaba el Bar de Hielo, prueba de la tremenda decadencia en la que se encontraba. Al fial, hice que tomase como referencia la Oficina de Turismo, y en cuestión de una media hora aparreció por la puerta. Llegó sola, con un abrigo largo de color negro, a juego con el color de su larga cabellera. Sin embargo, el color de sus ojos era de un profundísimo azul. Nos saludó y abandonamos el Bar de Hielo, poniendo rumbo junto con Virginia hasta Laugarbraut.
Interior del Bar de Hielo
Por lo visto, era el local del momento en la capital islandesa. Lugar de reuniñon de la gente con estilo de Reykjavík. Los atuendos de los clientes así lo confirmaban.
"El nombre de este bar significa lavandería, porque de hecho, hay una debajo del establecimiento"- señaló Anna. En efecto, cuando decidí bajar las escaleras y buscar el baño, me topé con varias lavadoras por el camino.
"Yo trabajo ene ste bar por las noches, por las mañanas tengo otro trabajo en una tienda de ropa como dependienta, y además estoy estudiando en la Universidad. Hacer todas estas cosas es algo muy normal aqui"- afirmó ante nuestra sorpresa.
"Estoy haciendo un estudio sobre las todavía grandes diferencias que existen entre el hombre y la mujer en Islandia"- puntualizó. "¿Diferencias? ¡Pero si tengo entendido que Islandia es el país donde existe mayor igualdad de género del mundo!"- exclamé sorprendido. "Sí, lo sé, pero créeme, aún hay muchas cosas por hacer"- contestó enigmáticamente.


Las riendas de la conversación las llevaba yo, puesto que mi primo y Virginia parecían evadirse con otro tipo de temas, relacionados con su inquietud laboral. Así pues, continué conversando con una persona que a mi juicio, me pareció de lo más interesante y original a la vez.
"¿Donde aprendiste español? Es increíble lo bien que lo hablas. nadie diría que eres islandesa, más bien la gente podría decir por tu acento que eres de...".
"¿De México?"- me interrumpió. Parecía haberme leido el pensamiento. A continuación comenzó a contarme su historia.


"Bueno, aprendí español en México, en un pueblito a treinta minutos de Pachuca, en el centro del pais. Estuve allí viviendo tres meses de intercambio, con una familia adoptiva. De aquello hace ya siete añños, y desde entonces he perdido un poquito de mi español porque ya no lo practico tanto. La primera semana, cuando llegué, fue un infierno, porque el padre de la primera familia con la que estuve, golpeaba a su esposa y siempre estaba enojado con ella. Después de una semana tuve suerte de poder  cambiar de casa, y aunque estuve con una familia muy muy pobre, puedo decir que aún hoy quiero y extraño a mi mamá de México. Todos fueron muy buenos conmigo. Mis hermanos de México eran cuatro, y la casa apenas tenía dos recámaras"- me explicó.
Planta baja de Laugarbraut.
"¿Y donde vivías? ¿En una granja como las de aqui de los campos de Islandia?- bromeé, pero enseguida adiviné que no conocía el significado d ela palabra granja en castellano. No obstannte, en cuanto procedimos a explicarlo, nos interrumpió: "Ah, sí, una granja es un rancho, ¿no?No, no vivía en una hacienda, vivía en un pueblito donde todo el mundo se conocía".


Anna continuó hablándome sobre su interesante vida: "Fui a México como intercambio, pero en realidad nadie de México vino acá. Además, fue algo muy costoso, porque mis papás pagaron 600.000 coronas por aquello, pero estoy feliz porque pasé un muy buen tiempo allá. Todavía tengo contacto con mi mamá de México y con una de sus hijas".


Virginia interrumpió nuestra interesante conversación, tal vez incómoda al verse eclipsada por nuestra nueva amiga: "Tu no eres morena, ¿verdad? Tu tienes que ser rubia, rubia...como todas las de aqui, ¿me equivoco?". Anna asentó la cabeza para a continuación ver como nuestra amiga cántabra volvía a la carga: "Y esto que llevas en el cuello, debe ser muy caro, ¿que es?"- le preguntó. "Piel de zorro". contestó ella.
Virginia, Nono y Anna
No me gustaban nada los derroteros por donde Virginia pretendía llevar la conversación, asi que interrumpí de nuevo con una pregunta un tanto tópica: "Y con lo bien que hablas español, ¿nunca has estado en España?".


"Oh, sí, claro.Mis padres tienen una casa en Benidorm. Se la dieron a mi padre como parte de pago por construir casas aqui en Reykjavík. Pero a Benidorm sólo voy de vacaciones, el tiempo máximo que he pasado allá fueron cuatro o cinco días. Mis vacaciones de verano las suelo pasar acá en Islandia. Tenemmos otra casa en un pueblito del oeste cerca de Egilsstadir y voy allí con mi familia y amigos"- comentó con un tono pausado que se vio interrumpido cuando le cuestioné su última aseveración. "¿En el oeste o en el este? Creo que Egilsstadir está en el este de Islandia...No estoy seguro, pero creo que si".


En realidad si lo estabba. Totalmente, pero no quería parecer pretencioso. Y ella al instante rectificó. "Llevas razón, quise decir el este. No usé bien la palabra en español"- se justificó esbozando una tímida sonrisa.


El reloj de pared justo frente a nosotros sobrepasaba las 2 de la madrugada. Teniendo en cuenta que tendríamos que levantarnos apenas tres horas después, optamos por despedirnos y volver al hostal a descansar más que a dormir, pues no ibamos a tener tiempo material para hacerlo. Cual cadro en la pared, dejamos la imagen de Anna departiendo con una compañera de trabajo a las puertas de Laugarbraut mientras nos alejábamos...


El viaje agonizaba sin remedio. Atrás quedaron muchos recuerdos a modo de paisajes, personas- también personajes- y anécdotas, infinidad de anécdotas. Resulta difícil plasmar con palabbras todo lo vivido, del mismo modo que tambbién lo sería inclluso ayudados por una fotografía.
Nada es comparable a haber vivido en priemra persona una experiencia tan sumamente enriquecedora...Islandia ha sido muchas cosas para mi: simpáticos y locuaces guías locales, paisajes devastados por el fuego y el hielo, naturaleza en su estado más salvaje, cálidas aguas donde zambullirse, un vuelo agitado, una irascible trotamundos, islandeses hipanos hablantes con mil historias para contar...y muchísimas cosas más...Todo esto es Islandia y, por supuesto, ... mucho más.


FIN